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 Detrás de la casa enfriada, hay un bosque de pinos con sotobosque variado. Pudimos observar hongos y una araña a diario.

║ Vimos hongos de seis, ocho, variedades.  Notamos

ф que no todas las variedades son coetáneas al azar; que aparecen escalonadas en tiempo;

ф que, en hongos, hay, como en maderas, los "duros", de crecimiento, y decaimiento, lentos (3 a 5 días), y los "blandos", de crecimiento rápido y decaimiento repentino (2 ó 3 días).



Este, parece una tapa herrumbrada

║ La araña nos interesó por lo siguiente.

* Se quedaba en el centro de su tela, inmóvil - y en ayunas - durante horas, días y noches, en un acecho aparentemente sin esperanza porque bichos voladores no había; pero cuando nosotros hubiésemos abandonado ya diez veces, de alguna parte una presa, finalmente, venía a enredarse en la tela.

* Una vez, algo destruyó la telaraña. Dijimos adiós a la araña, sintiendo el vacío dejado por una buena vecina ida por ciega fuerza mayor, destructiva, a un destino desconocido e inconocible. Pero, al día siguiente, ante nuestro estupor, y para nuestra alegría, ahí estaba la araña en el mismo lugar que antes, en una telaraña idéntica a la anterior, con los mismos hilos sostenedores, de 1,5 metro o más, desde, y hacia, los mismos puntos de soporte. Cómo lamentamos no haber visto la reconstrucción de semejante telaraña. Claro, podríamos haberla destruido con la esperanza de ver su reconstrucción. Pero respetamos demasiado criaturas viviendo sus vidas para causarles daño, y nos quedamos con las ganas.

* Eso sí, no resistimos ver qué haría la araña si se sintiera en peligro. La tocamos con una ramita. Ay, qué reacción. Al instante, no más araña, no más tela, sólo una confusión visual de vaivén frenético de lo que no podía ser otra cosa que la telaraña, hacia un costado y el otro de su plano, en cual confusión era imposible ubicar la araña y, por consiguiente, si hubiésemos sido sus enemigos, agarrarla. La perfecta defensa: no por fuga, no por lucha, por invisibilidad. Cuando la araña recobró un poco su calma, y la confusión se volvió otra vez algo perceptible, vimos cómo la araña hacía enérgica fuerza con sus patas sobre la telaraña para producir el vaivén.  Impresionante.

* Un día, desapareció la araña y su telaraña - y su telaraña. De la telaraña no había el más mínimo hilo, el más mínimo vestigio. Exactamente como si la araña hubiese doblado su tela y se la hubiese llevado a otra parte; por lo menos, un cambio de residencia volitivo, no una calamidad.

Ah sí, y también vimos otra araña - por lo menos creemos que era una araña porque estaba aposentada en una telaraña; pero, eso, lo que vimos, encontrado en cualquier otra parte, no podría no ser tomado como el equivalente de >>>>>>>>