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De vuelta a Shallotte, a consultar al mañero Zigui alias Ezequiel. Dictamen: se puede alcanzar el tanque quitando el paragolpe (tumba-burros, dice Ezequiel - ya que, para deleite de ambas partes, hablábamos castellano) pero cuatro de los ocho bulones están tapados por el dichoso enganche del malacate y alcanzables sólo por diminutos espacios accesibles sólo a manos pequeñas y fuertes como no las hay en Shallotte salvo ... las manos hispanoamericanas de Ezequiel. Solución: él sacó los cuatro bulones inaccesibles, dejando el paragolpe con sólo los cuatro bulones accesibles.

Y otro día, de vuelta 55 kilómetros a Wilmington.

En el taller de limpieza de tanques, la vida tampoco fue suave. Por ejemplo, a las diez, el tanque ya estaba quitado pero a las once, las doce, las trece, las catorce, inexplicablemente, todavía no lo habían puesto en su baño; cuando, a las catorce treinta, le hicimos el comentario, el hombre se enojó con la amenaza de que también le podría tardar una semana para limpiar el tanque - con el indiscutible subentendido, sin que él lo haya expresado así, de nuestra inapelable inmovilización durante toda esa eternidad. Así como continuó y terminó, nos fuimos al día siguiente.

¿Un estilo de vida para refortalecer un sistema debilitado?

También hicimos arreglar los frenos delanteros. También hicimos afinar el motor. No lo necesitaba, pero preventivamente, considerando lo desamparado adonde nos va a llevar la próxima etapa de la Expedición - no lo desamparado tipo patagónico o amazónico o ártico sino lo desamparado de las megaciudades y mega-todo.

Notas varias.

 Sólo en Vespuccia. Habíamos comprado un par de zapatos. Cuatro meses más tarde, se despegó una suela. Fuimos al negocio, a ver si se podría pegar. Nos cambiaron el par por un par nuevo.  Sólo en Vespuccia.

Un mundo al revés. ¿Por qué un jovencito recién egresado de la escuela buscaba un empleo? Porque estaba atrasado en el pago de las mensualidades de su coche.

Un invento genial para gente que, sí, sabe leer un poco pero no está muy segura de su alfabeto. Una primera página en el diccionario, con las letras del alfabeto provistas de sus respectivos números (A1, B2, C3, etc.) de manera que quien no está seguro si, por ejemplo, la N se encuentra en alguna parte antes o después de la T, se refiere a la página, y luego busca 14 lo que lo lleva a la N. Y no es un chiste nuestro, eso lo vimos en un diccionario. Y está patentado, pa-ten-ta-do.

Hablando de analfabetismo, hasta entre los tres empleados de la biblioteca hay alguien quien no sabe escribir, ni siquiera copiar correctamente.