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La historia, como la conocíamos, es que aquel pueblo hopi, una vez, se convirtió al cristianismo, y que los demás pueblos hopis se enojaron tanto con este abandono de las creencias tradicionales que, en lo que es el único acto de violencia que se conoce por parte de los Hopis, fueron a matar a los habitantes y a destruir el pueblo.

La historia, como la escuchamos de la boca de nuestra guía hopi, es que al cura allí destacado para tratar de convertirlos le gustaban las lindas muchachitas y hasta las mujeres casadas, mandando, a menudo, el cura a los maridos a hacer quehaceres lejanos para tener mejor acceso a las señoras; hasta que la situación se envenenó tanto que, un día, los Hopis mataron al cura; por cuyo atrevimiento apareció, un día, un destacamento de Españoles quienes, por represalias, mataron a todos y arrasaron todo.

Por alguna razón, al ver la perfección del arrasamiento, es más fácil aceptar que es el resultado de una destrucción a sangre fría, que de un enojo fratricida. Además, cabe mejor dentro de la conducta humana habitual; ver lo que Washington hizo a los Iroqueses, y los Alemanes a los Checos.

A corta distancia de lo anterior, hemos pasado ahora por una serie de tres pueblos, de nombres Hano, Sichomovi y Walpi (Hualpi); en realidad, se encuentran pegados uno a los otros, de manera que es un solo pueblo angosto y alargado. Y angosto y alargado tiene que ser, porque lo interesante de esos pueblos, a más de que son muy tradicionalistas, es que se encuentran, ni se puede decir en una mesa, sino en una cresta, o una cuchilla, en una posición absolutamente espectacular que no se puede describir con palabras.

La densidad de precipicios todo alrededor; la angostura del área entre precipicios, que a veces se reduce a tan sólo el ancho del camino por donde si apenas pueden escurrirse vehículos, uno a la vez; las construcciones de piedra a todos los desniveles imaginables en relación unas con las otras, aprovechando las varias rocas que son parte de esta cresta; la manera en que las callejuelas y los callejones se tuercen por todos los lados; no se pude describir.

Una característica más, que le da a todo el conjunto un aspecto inverosímil, es la presencia de docenas de camionetas anidadas en los rinconcitos más increíbles y menos esperados. Y, naturalmente, hay luz eléctrica, hay teléfono, y vimos antenas de televisión. Como que tradicionalismo y modernismo no son excluyentes.

En conjunto, una mezcla - de un sitio espectacular, de construcciones y tipo de vida, vestigios de otros siglos, y de elementos de los más modernos - un espectáculo de los más extraños e inolvidables.

Y buena memoria hay que tener porque recuerdos es lo único que un visitante puede llevar consigo, porque, según reza una advertencia grande a la entrada >>>>>>>>