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Nota. Los visitantes de Tula son duramente castigados por su osadía: el museo de sitio que, a la vez, sirve de punto de ingreso a las ruinas, está ubicado a distancia desmesurada e innecesaria de las ruinas; y la senda entre el museo y las ruinas, en vez de cubrir esta distancia, enojosa por inútil, en línea compasivamente recta, o casi, está formada por una sucesión de grandes ángulos rectos que prolongan la distancia, al doble de su desmesura e innecesidad originales, e, increíblemente, a infinitamente más de la distancia que, finalmente, se recorre entre las pocas ruinas.

Comentamos el caso con un celador. "Y qué quieren, nos dijo (no sabemos si como reflejo de su convicción personal o de la realidad comprobada) cuanto más largo el andador tanto más gasto para su construcción, y cuanto más gasto tanto más acomodo."

Una cosa que a todas luces (en este caso, literalmente) parece ajustarse perfectamente a su dictamen es la densidad de focos luminosos en el estacionamiento como si fuese un estacionamiento a todo lujo en un aeropuerto; porque en este sitio que, por orden administrativa, tiene que quedar vacío desde antes del anochecer hasta después del amanecer, donde un diezmo de los focos sería más que suficiente para asegurar vigilancia, es difícil pensar en una razón para tal densidad de focos que no sea gasto forzado y la consecuente lógica de nuestro interlocutor.

Así pues terminaron en correcta sucesión cronológica, si bien en retorcido recorrido geográfico, nuestras visitas de dos de las tres capitales arqueológicas de esta parte de América, Teotihuacan y Xicocotitlán/Tula, reducidas, en sucesión, a ruinas por hordas bárbaras desde el norte, una, alrededor de 700, la otra, alrededor de 1100.

Sólo nos queda retornar a la tercera y última capital arqueológica de esta zona, Tenochtitlán, a reanudar nuestra efímeramente empezada visita, cuando le seguíamos los pasos a Cortés a aquel lugar del encuentro entre el bandido y el emperador.

Eso será después de las bacanales. Por alguna razón, sentimos más aprensión ante los descontroles del paganismo de Navidad y Año Nuevo en Ciudad México que en parte alguna donde nos tocó pasar estos rituales hasta ahora durante esta Expedición.

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Primero de Enero.

Hoy, gentío por todos los lados como nunca lo hay por acá, donde habitualmente sólo los lugareños se ve, festejando en romerías familiares - nos preguntamos con qué proporción de espontaneidad o de ritualismo - el Año Nuevo.