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También, las armas secretas de la obsidiana para variar su negrura. Algunas obsidianas son tan negras como negro puede ser; pero algunas tienen en su inmediata subsuperficie una leve luminiscencia estriada, de tinte, a veces, plateado diluido, a veces, dorado diluido.

Hay que admirar la pericia de los artesanos metamorfoseando sin titubeos, por etapas de significado individual no siempre evidente, un pedazo de obsidiana, de amorfo a teomorfo.

Y muy basta para hoy.

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Esta mañana, oportunidad, por fin en tantos y tantos días, de intentar una fotografía en longitud de los dos kilómetros del sitio, lo que, hasta esta mismita mañana, era imposible por la opacidad de la contaminación ambiental desdibujando las dos penepirámides en función de sus distancias respectivas y del respectivo espesor de contaminación interviniente.

Tal vez, parte de la contaminación viene de Ciudad México cuyos arrabales se extienden casi hasta Teotihuacan; pero parte seguramente viene de fábricas aquí mismo, vomitando sus nubarrones negros que luego se extienden como siniestro sudario sobre kilómetros y kilómetros; y viene del tráfico vehicular. La contaminación de chimeneas, más alto en la atmósfera; la contaminación vehicular, en una capa de pocos metros de alto, a ras de tierra.

Terrible - no para una miserable fotografía, aunque en longitud de dos kilómetros sea - terrible para la salud; terrible, que las autoridades lo permitan, terrible, que los propios culpables no se apiaden. Si los Teotihuácanos resucitasen hoy, seguramente pedirían instantáneamente morir de nuevo.

Y ya que contaminación es el tema, la terrible contaminación de trepidación sonora de los escapes libres, de la cual no hay salvación ni a un kilómetro de la ruta, ni a dos, ni a tres kilómetros. Terrible, que se permita. Si los monjes del convento de Acolmán (más exactamente de San Agustín, en Acolmán) resucitasen hoy, seguramente también pedirían inmediatamente volver a morir; sería purgatorio demasiado terrible para ellos.

Y hay la contaminación sonora de los petardos de estruendo en cualquier momento del día y de la noche, a veces a las 3, a las 4, de la noche; petardo por petardo, pero acumulando centenares de estruendos; quién sabe con qué propósito - y ¿de dónde sacan el dinero que tanta falta haría para tantos propósitos básicos? Para enfermarse de pulmones, de nervios, de todo. ¿Eso, un país civilizado?