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Una cuchilla de obsidiana ceremonial. Tales cuchillas de obsidiana ceremoniales vimos en varios sitios ya, en varios estados de elaboración. Son cuchillas básicamente de la habitual punta ojival pero con los filos cortantes recortados de diferentes maneras, habitualmente por concavidades curvas hacia el eje central del plano de la cuchilla.

Tales cuchillas ceremoniales fueron denominadas por los augustos arqueólogos - y esa es la razón por qué, hasta ahora, cuidadosamente evitamos entrar en el tema, porque ya estamos cansados de confrontaciones con ineptitudes - fueron denominadas excéntricas, palabra que sugiere curvas hacia el exterior de la cuchilla, del filo para afuera, en vez de incéntricas, palabra ésta que no ofrece dudas y describe exactamente las concavidades del filo hacia el centro de la cuchilla.

La elaboración de esta cuchilla empero es tal que nos obligó a enfrentar el desagrado de argüir otra vez, respecto a otra ineptitud; y, por lo menos, ya tenemos el tema sacado de encima.

Resulta, pues, que las concavidades incéntricas evolucionaron - como no podía ser de otra manera - desde simples a más complejas, y también combinándose; hasta no guardar más relación con concavidades, más bien hasta entrar en el terreno de figuras varias recortadas en el plano de la cuchilla. La cuchilla de este museo es un gran exponente de dicho arte. Maya, probablemente traída de Belice.

♦ Más específicamente, vimos que Cihuatán, a pesar de su aspecto anodino de hoy, produjo, o mereció recibir, piezas de interés:

las mismas figuritas de cuadrúpedos, con una rueda funcional por pata, que vimos en varios sitios desde La Huasteca;

• cerámicas; a veces expresivas - como caras humanas; a veces originales - como garras de águila de poderosa expresión; a veces aparentemente desafiantes del ubicuo culto ofidio - como una cara, bueno, una deidad naturalmente, asomándose de un pico de águila abierto casi a dislocarse.

En el renglón supermercado, variedad inhabitual: yogurt, con la finura, firmeza, frescura, de lo auténtico; frutilla que sabe a frutilla; miel no sólo endulzante sino con gusto propio; camembert salvadoreño; pan integral; pan de centeno; leche que también se podría describir como integral, a pesar de su pasteurización; camarones deliciosos; pescado oliendo a frescura; mantequilla de Dinamarca; vinagre de vino, de Vespuccia (en estos países acá, no saben que vinagre de vino existe; tienen vinagre de otras cosas; ni saben que el vinagre de vino importado que venden es de vino); variedad de verduras, incluyendo endibias (a precio de lujo); variedad de frutas, incluyendo frambuesas (a precio de lujo); papel toalla, el mejor vespucciano apenas más caro que el deficiente local.