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Esta mañana, hacia otra meta ... otro sitio arqueológico; del cual tampoco esperamos gran cosa, pero ...

Se ve apreciable cantidad de carretas de bueyes; como no vimos en otra parte salvo, quizás, en el Paraguay; aquí, como corpulentos, altos, pesados, cajones de carga, entre dos ruedas igualmente grandes y macizas, y bueyes por yuntas. Es laudable la costumbre de pintar caseramente esta rusticidad con una meticulosa exuberancia de motivos de creación folklórica - algo como los tap-taps en Haití, o aquel camión recolector de basura mimado como barco por ser botado, en Ciudad México, u otras tales manifestaciones.

Los colectivos tienen dos pisos; el piso inferior, interno, en la manera universal; el piso superior, al aire libre, con asientos, incluso recostaderas, en bolsas de mercancías que pueda haber ... en el techo del colectivo. Y criticar manera tan fresca de viajar es sólo deformación cultural: ¿qué es mejor, respirar la fetidez de docenas de otros pasajeros en los transportes de las gloriosas metrópolis, o gozar de la frescura del viento (claro, siempre que no llueva, y que no se lleve por delante un enjambre de insectos)?

Otro puente protegido, como los de ayer - pero aquí, con marcas de vida real, salpicado de metralla.  Pobres muchachos.

Ayer, vimos carteles callejeros, ilustrando varios tipos de minas, advirtiendo la población contra tocarlas si las viere, y mostrando, como escarmiento, gente lisiada para toda la vida por tales minas. Los muertos, los carteles no los muestran - pero los muertos bien muertos están. Pobre gente. Pobre todo el mundo, en cualquier parte de la Tierra, perjudicado en cualquier forma a causa de ambiciones ajenas.

Pueblo de Quezaltepeque (aunque, a veces, se ve con tz, como Quetzaltepeque, como el pájaro).

Larga parada, tratando de juntar pulpería; sin otro remedio que ir extrayéndola de diferentes negocios - y, como siempre, hay que encontrar los negocios primero. Por lo menos, se consiguió una variedad de pulpería que Aguilares no permitía anticipar - y esta variedad, a su vez, nos da esperanzas para la ciudad de San Salvador.

No sabemos qué otras cualidades tendrá Quezaltepeque, pero es un lugar de salvajismo: vociferantes motorizados sobre ruedas arrastrándose por las calles - incluso enfrente de una escuela llena de alumnos en clase, arruinando la >>>>>>>>