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de ingresar a El Salvador; y una tercera, de comodidad, la de evitar el camino directo que, ahora, en época de lluvia, seguramente debe de ser bien peor que en época seca.

(¿Anotamos, oportunamente, que, en el consulado salvadoreño en Ciudad México, nos informaron que pasaportes argentinos están en la lista negra, que hace falta un certificado policial de buena conducta del "país de residencia" - ¿cuál es nuestro país de residencia después de más de cinco años de peregrinaciones? - y un certificado de trabajo - ¿quién nos va a dar un certificado de expedicionarios, nos preguntamos? Así que bien podría ser que tuviéramos que prescindir del honor de exponernos a los peligros de El Salvador, sólo para dar a ese país igual oportunidad en la integralidad de esta Expedición.)

No pensábamos pernoctar, pero vamos a pernoctar, en el pueblo de Zacapa, porque no pensábamos, pero hicimos, lavar el vehículo, especialmente por abajo, del barro del Petén; y porque no sabíamos que el hombre iría a lavar con tanta energía que causaría un cortocircuito en las dos sirenas de alarma, lo que, a su vez, llevaría tiempo para corregir.

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Noche tranquila en una callejuela de Zacapa, sin problemas de vecinos, sin problemas de policía, sin problemas de ladrones.

A las 4 de la madrugada, sin embargo, estábamos ya despiertos y de pie, sin previo consentimiento nuestro: música callejera, de dos trompetas y una guitarra, música muy afinada y muy bien tocada, alternando con infernales cohetes de estruendo. Día del Maestro, se nos informó, "alborada" para los maestros. No es culpa nuestra si no pudimos evitar el pensamiento de que, en Vespuccia, se llamaría idiotamente "serenata" del "amanecer". No importa la sorpresa; las 4:30 hubiese sido, de todos modos, nuestra hora de despertar.

Más tarde, hace un ratito no más, un empleado del telégrafo vino a ofrecernos agua; sí, necesitamos agua; muchas gracias por el agua, y más gracias todavía por el placer de la atención.

Hacia Esquipulas.

Esquipulas. No es falta de respeto, sino observación realística, que el mayor empleador, el eje económico, la propia razón de ser, de Esquipulas, como está la cosa, es su Santo Cristo Negro.

Todo empezó en 1595 (claro, mucho antes no podía haber sido) cuando a alguien se le ocurrió la muy psicológica idea de que un Cristo negro sería mucho más atractivo que un Cristo común para todos los Negros que entonces residían en >>>>>>>>