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manejar. Aquí, con este cambio de topografía, nuestras reminiscencias por asociación nos transportaron, al instante, de la Amazonia a la Cordillera colombiana, más específicamente al camino a Muzo.

Primera víctima, y esperamos muy positivamente la última, de las tremendas trepidaciones: la punta del caño de escape, quebrada.

A 20 kilómetros de Poptún, la ruta logra evitar los cerros, y el suelo se volvió más parejo. Estamos adelantando, otra vez, con toda la comodidad de 30 kilómetros por hora en segunda.

Pueblo de Machaquilá; aquí, hay ruinas, pero nosotros seguimos de largo. Como ya dicho y demostrado, todo El Petén está infestado de ruinas.

Y qué sorpresa: pinos en vez de palmeras; ya van kilómetros de pinos.

Pueblo de Poptún. Aquí, hemos de averiguar respecto a la accesibilidad de nuestra próxima meta.

Bueno, es accesible; y de dos maneras; podemos, pues, expresar lo voluntariamente reprimido: es la cueva de Naxtunich o sea Naj Tunich, famosa como de los mejores glifos y dibujos mayas rupestres.

Los glifos, pintados con pincel de pelo de animal. Entre los dibujos, músicos, juegos, aun temas eróticos - una rareza entre los habitualmente recatados Mayas. Todo ello, de los años - según una interpretación de fechas en los propios glifos - de 730 a 760 d.C., o sea cuando se eregía el acrozigurat IV de Tical.

Al margen, parece que también tiene cavidades paralelepipédicas, probablemente tumbas.

Al respecto, parece que cuevas, o algunas cuevas, para los Mayas eran tema de perplejidad. Por una parte, cuevas eran entradas a Xibalba, un infierno subterráneo; pero, por otra parte, a veces, contenían agua indispensable para sobrevivir en épocas de seca (cenotes).  Un difícil binomio de vida y muerte.

> Una manera de acceso, para turistas, es armar una vistosa expedición, con alquiler de guía y mulas, sin olvidar una mula para llevar pertrechos y pulpería, una expedición de tres días.

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La otra manera de acceso, para gente más común, es seguir por la ruta por donde viajábamos, hacia el pueblo de Chacté; ahí, desviar por un ramal que ni figura en los mapas, hasta el caserío Poité, y ahí, desviar - en vehículo, si es "verano" (época seca), o a pie, tres horas, si es "invierno" (época de lluvias), hasta el caserío La Compuerta, al lado mismo de la cueva.

Pero lo más curioso del asunto, y una vuelta paradójica de acontecimientos, es que nosotros, quienes tanto deseábamos ver ese arte rupestre maya, y tanto deseábamos tenerle acceso, ahora que le tenemos acceso, no tenemos más interés >>>>>>>>