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  CC Decidimos aprovechar el tiempo para hacer revelar un pequeño rollo ad hoc sin importancia con fotografías de prueba para verificar el funcionamiento de una de las cámaras. La cámara, felizmente, funciona bien. Pero, otra ilusión muerta.

Como con el teléfono, pensábamos que los servicios fotográficos en Cancún serían a la altura de la imagen internacional que Cancún trata de crearse. Pero no. En cuantos laboratorios recorrimos, colores tan lavados que parecían colores al cloro; y salvo por una honrosa excepción, manejaban los negativos a mano desnuda como naipes. Algunas semanas atrás, habíamos pensado que, quizás, valdría la pena ir a Cancún para un procesamiento satisfactorio de nuestros rollos que se van acumulando. Cómo nos ilusionamos. La misma mediocridad, la misma dejadez, como en Buenos Aires. ¡Cómo nos gustaría tener por delante el excelente cuidado de los Japoneses de São Paulo!

  CC Cancún castiga a sus turistas; y ya que, sin duda, bien los ama, según el dicho, bien los castiga. A más del castigo del teléfono internacional, hay el castigo de los rompemuelles. Sí, en esta moderna meca turística para deleite de gentes internacionales, hay recorridos en la ciudad, en pleno centro de la ciudad, que no se puede hacer sin 4, 6, 8, tiránicos, agraviantes, abruptos, brincos.

  CC Otro castigo por Cancún de sus turistas es el de las reproducciones arqueológicas.  ¿Reproducciones arqueológicas, un castigo?

Pues sí: a lo largo del césped medianero de una vía de comunicación de varios kilómetros, hay, de lugar en lugar, una reproducción de algunas piezas arqueológicas famosas. El castigo consiste en que no hay manera de ver dichas reproducciones sino al pasar, en el apuro del tráfico, en un abrir y cerrar de ojo, porque al inteligente ingeniero que diseñó dicha avenida, donde peatones no se aventuran, no se le ocurrió proveer, cerca de cada reproducción, un espacio para estacionar - para lo cual hay lugar de sobra. ¿Hay castigo más cruel para una persona interesada en reproducciones arqueológicas que ver que ahí están pero no poder apreciarlas, por la ineptitud de un ingeniero?

Por otra parte, el no poder detenerse y observar es probablemente una bendición calculada por el ingeniero vial; porque nosotros no pudimos resistir detenernos, a costas de entorpecer uno de los dos carriles de tráfico, y observar una reproducción de una de las esculturas olmecas que conocemos en el original - la figura sentada asomándose por la entrada de una cueva. Qué desastre, un agravio al arte olmeca, un insulto al observador; como hecho por una cultura 4.000 años más rudimentaria que la olmeca.

Ya sabíamos, de la propia boca de los reproductores de esculturas de Villahermosa, que una copia nunca es confundible con el original, que ni siquiera dos copias son confundibles entre sí, pero eso, acá ...