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codos en el suelo, y las manos manteniendo un platillo posado en el vientre; y, como último ingrediente de incomodidad, o quizás como supremo desdén o desapercibimiento de toda la situación, con la cabeza doblada a 90 grados completos, con la barbilla exactamente alineada con el hombro, y la mirada interesada en alguna otra cosa en la distancia.



Chacmol, delante del Templo de los Guerreros

Este estilo chacmol es una exclusividad de los Itzaes, no es una aberración en edición única, sino que se descubrió en varias ediciones en Chichén Itzá - y, muy curiosamente, en un ejemplar, en un sitio costero muy apartado y aislado en la orilla levante de Yucatán, o sea ni siquiera en la dirección oeste desde donde los Itzaes pueden haber venido sino en la dirección opuesta; sitio hoy conocido, por este descubrimiento, como Chac-Mool, a la manera de los anglófonos y de todos aquellos que consideran de imprescindible buen gusto imitarlos.

ббббб Un tzompantli es - bueno, era - un armatoste de varales horizontales en los cuales se ensartaba los cráneos, cráneo tras cráneo, de todas las víctimas de los sacrificios, tal como oportunamente mencionamos que ocurrió, a manos de los Aztecas, - por lo menos un siglo, probablemente más siglos, después de las fechas de Chichén Itzá - a docenas de Españoles e incluso a algunos de sus caballos como castigo por su asalto a Tenochtitlán. En Chichén Itzá, no es la cosa misma sino un larguísimo relieve representando lo susodescrito, con centenares de calaveras en cuatro hileras superpuestas.



El tzompantli

Si bien, geográficamente, lo maya y lo itzá están separados, cada uno en su barrio para decirlo así, en esencia fuera de vista uno del otro, la pregunta es: ¿hubo algún desteñimiento mutuo, o incluso quizás una imposición de lo itzá sobre lo chenes-puuc como sería normal en la teoría de los Itzaes como invasores?

Quien tuviera esta inquietud se encontraría con tres casos; uno, innocuo; uno, que no necesariamente es lo que parece ser; y uno, que, lógicamente, no tendría que haber ocurrido pero está a la vista.

\/ Lejos en la soledad y el silencio del barrio maya, a dos incómodos kilómetros del remolino de las muchedumbres en el barrio itzá, se encuentra un caso de compenetración de ambos estilos, maya e itzá, que llamamos innocuo no porque no tenga interés sino porque es el resultado no de prepotencia de un estilo sobre el otro sino de acto de terceros, por la utilización de elementos de edificios anteriores en un edificio nuevo. Lo que queda en pie no es el edificio sino su portal de entrada, pero este portal es el símbolo de todo: sus dos jambas son poderosos atlantes itzaes, su dintel lleva dos fechas al estilo maya; y por lo que queda de los muros mismos, se ve que están construidos con piedras adornadas de fracciones desconectadas de grabados, o sea obviamente piedras tomadas de algún muro con grabado anterior, pero ahora utilizadas sin tomar en cuenta las incisiones.