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▪ Sus aposentos también presentan una novedad; dos novedades. Si bien tienen su largo longitudinalmente a la fachada como es habitual, con una sola puerta y sin ventanas, tienen su ancho más profundo - y por ello una amplitud general menos claustrógena que las celdas habituales, si bien con aun menos luz que habitualmente.

  Además, como nunca antes, detrás de cada aposento individualmente, hay otro aposento, interno; naturalmente con todavía menos luz que el aposento primero. No se entiende por qué, en un largo donde podría haber ventanas, nunca hay una; y menos se entiende, aquí, a qué servía el calabozo oscuro detrás de la celda semioscura del frente.  Seguramente, alguna razón había.

▪ Incidentalmente, aquí, los vanos de puertas son, como ya vimos ocasionalmente otros, algo trapezoidales a la tahuantinsuyense.

Y ahora mismo, hacia Kabáh, otro sitio arqueológico cerca, al otro lado, de Sayil.  ¿No es esta zona un verdadero museo de sitios arqueológicos?

No, es más. Esta zona no es tan sólo un verdadero museo de sitios arqueológicos; es, además, y estamos en, un componente de la franja sur de una monstruosa - es la única palabra - región arqueológica, de unos 160 kilómetros en latitud y unos 95 kilómetros en longitud, sembrada de sitios arqueológicos como un firmamento límpido, de incontables estrellas, a cortar el aliento. Se entiende que debe de ser en cantidad abruptamente disminuyendo de lo villano a lo ceremonial, pero la densidad es bien asombrosa.

A Kabáh.

En camino, bien inesperado dardo de interés. ¿Por qué será que recién ahora, y en ningún momento anterior, nos latigó lo extraño de la grafía de Kabáh, sin justificativo etimológico? ¿Por qué, la tan in-castellana K; por qué la inútil, y probablemente gringa, H final; y si H, o sea consonante final, hay, por qué el inútil acento en la A?  ¿Por qué no Cabá?  ¿Otro Huari/Wari?

Visto Kabáh/Cabá.

Cabá es más grande, en superficie y en volumen de edificios, que Sayil o Labná, y del mismo estilo general, pero de ninguna manera tan ilustrativo - probablemente por su estado general de deterioro, evidenciado por la enorme candidad de piedras labradas, miles de piedras labradas (como en ningún otro sitio que vimos hasta ahora), yaciendo desparramadas por doquier, y que, re-colocadas en sus sitios, seguramente mejorarían el aspecto dramáticamente.

Sin embargo, uno de sus edificios ostenta una fachada - de no menos de 45 metros - muy diferente de cualquier cosa que vimos hasta ahora; y fácilmente más dramática y ciertamente más exótica; ello, no por algún motivo decorativo nuevo - el motivo y su exotismo nos persiguen desde Hochob, si bien en pequeña dosis fácilmente marginada por otras novedades - sino por su tratamiento >>>>>>>>