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- cualquiera sea su motivación, histórica o frívola, histórica, por una o varias o todas las su-sodetalladas razones, o frívola, por la atracción, megalómana de la realeza y mórbida de la muerte, sufre lo siguiente.

  Primero, hay que subir con mil esfuerzos la larga, empinada, difícil, antifuncional, escalinata frontal del zigurat hasta llegar al templo, no poca empresa.
→  Luego, hay que bajar por la escalinata interna - más difícil que la externa, y poniéndose, en su parte final, cada vez más húmeda y resbalosa - hasta alcanzar más o menos ... el mismo nivel donde se empezó la escalinata externa.
→ Y para ver ¿qué? nada. Por un estrecho orificio enrejado como cueva de fiera, tan sólo el canto - el canto - de la lápida. Na-da-más. Para ver el complejo grabado de la lápida, que sería lo mínimo que se podría esperar ver, hay que verlo, como nosotros lo vimos, en reproducción en el museo de Villahermosa.
→  Finalmente, con el peso adicional de haber sido defraudado, engañado, hay que enfrentar otra vez la gimnasia dislocante de los escalones, internos, esta vez, para arriba, y externos, esta vez, para abajo. Estando la exquisitez del castigo, no en el esfuerzo sino en la inutilidad del esfuerzo.

La lápida de Pacal merece ser uno de los casos individuales de Palenque. Por su grabado, naturalmente.

Es un grabado tan complejo, intrincado, estilizado, que el primer vistazo que se le echa, rebota sin siquiera percepción - salvo lo familiar y reconocible, una figura humana perdida en todo lo demás.

  Claro, a segunda vista, mejor dicho con sistemático detallar, se empieza a percibir realidades gráficas, si bien todavía no se tiene la menor noción de lo que pueden significar.

Es solamente con la determinación de encontrar algo, que se empieza a percibir, siempre super-altamente estilizado, quizás un pájaro como no existe ninguno, algo que podría ser otro pájaro, o un dragón, algo que podría ser otro dragón u otra criatura fantástica, algo, bastante claramente una cara de monstruo, tal vez con grandes orejeras y complejo tocado.

Y esos son los motivos más grandes. La mayor parte de la lápida está cubierta por motivos menores, que uno, si bien ahora los ve y percibe, no entiende.

Otro muy curioso rasgo es que la aparentemente obvia simetría en las dos mitades longitudinales del grabado encubre muy solapadas asimetrías entre las dos mitades.

Una fascinante aventura de revelaciones es conseguirse una copia del grabado y colorear el sinfín de motivos; motivos diferentes, diferentes colores, motivos idénticos o simétricos, mismo color.