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arquitectural se encuentra sobre su propia elevación, con los costados, a veces, desmoronados a manera de colina natural, a veces, revestidos en plataformas, poliplataformas, hasta en zigurates, con sus respectivos problemas de acceso, ya sea por senda de cabra, donde hay que elegir cada paso, o por escalones, demasiado altos, o angostos, o altos y angostos.

Þ Y tampoco es que el sitio tenga todo el interés que se le atribuye, salvo que sea de reconstrucción mental.

Þ Simplemente, lleva tiempo recorrer un terreno difícil, y lleva tiempo tratar empeñosamente, fallando repetidamente, de confirmar la validez de una expectativa, la justificación de una fama, porque siempre duele la muerte de una ilusión.

 Hicimos bien en no creer en fama. Palenque es otra víctima de fama desmedida; en este caso, se podría decir, de fama patentemente, antaño, muy merecida, pero no rebajada oportunamente acorde a las desapariciones - por decrepitud y robos - de lo que otrora justificaba su fama.

Þ Seguramente, por lo que vimos, hubo, alguna vez, lo que se dice que hay, como ser "Palenque, el centro maya más hermoso", "una cúspide del arte maya", "decoraciones exquisitas"; porque no hay centímetro cuadrado, donde todavía no adhiera un poco de revoque, que no lleve un vestigio de pintura o relieve. Es muy fácil crear la imagen mental de la riqueza, tal vez del esplendor, que hubieron de ser estas paredes multitudinarias cuando inundadas de decoraciones.

Þ Pero, hoy, quedan sólo fantasmas; un fragmento de pigmentación brumosa, amorfa, donde había un mural; un dedo en relieve, donde había una mano; un hombro, una pierna, donde había un cuerpo; pedazos de medallones, donde había una franja de muchos medallones. Hoy, sólo quedan, mayormente, paredes. Y queda tristeza. Es la primera vez, al visitar ruinas, después de haber visitado tantas ruinas, que sentimos tristeza por tanto esfuerzo, tanta delicadeza, venidos a ser fantasmas de sí mismos.

 ¿Por qué? Quizás porque, en otras ruinas, ya sea, los refinamientos desaparecidos están tan desaparecidos que uno ni se da cuenta de cuántos afanes creativos, de cuánta belleza, así desaparecieron, como si nunca hubiesen existido, o, lo que queda es todavía un satisfactorio homenaje a la civilización ida, mientras que aquí, en Palenque, los refinamientos ni desaparecieron tan por completo que dejen un vacío que no duele, ni quedan en suficiente integridad para conformar un digno monumento fúnebre a esta civilización ida. Quizás, el mero hecho de dar pábulo a tal sentir es prueba de que Palenque, alguna vez, fue expresión de elegancia y delicadeza de excepción.

En resumen, el estado general ido, con certeza se merecía la fama de Palenque; pero los edificios que quedan - y los hay a elegir en todos los estados de dilapidación y de restauración - si bien tienen algunos rasgos estructurales >>>>>>>>