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Estamos en Tzompantepec.

Aquí fue, pues, que Cortés vio cumplido su ferviente deseo de establecer contacto con los Tlaxcaltecas, en los que esperaba encontrar aliados lógicos y predestinados contra el emperador inacogedor.

Quizás Cortés se hacía ilusiones. Según una versión, los Tlaxcaltecas sólo parecían invictos frente a los Aztecas; así parecían no porque los Aztecas no los podían vencer sino porque no los querían vencer, porque si los hubiesen vencido se les hubiese acabado un conveniente vecino cercano con el cual guerrear para adiestramiento práctico de su ejército y para obtención de prisioneros como víctimas para los sacrificios.

Además, así como ocurrió, el contacto no fue, en absoluto, como Cortés lo había soñado y deseado. Resulta que los Tlaxcaltecas, celosos de su independencia contra los Aztecas, también lo eran contra cualesquiera otros, incluso contra una pequeña banda de forasteros nómadas: cuando Cortés y sus compinches se internaron en territorio tlaxcalteca, los Tlaxcaltecas, habituados que eran a guerrear a diario para conservar su independencia, no encontraron otra cosa más lógica que atacar a los invasores.

En ello también hay divergencias de versiones: según una versión, Cortés se metió en territorio tlaxcalteca, los Tlaxcaltecas atacaron; según otra versión, Cortés, al llegar al borde del territorio tlaxcalteca, mandó emisarios a los gobernantes tlaxcaltecas, y fue cuando los emisarios no reaparecieron que Cortés se metió, por decisión unilateral, en territorio tlaxcalteca, por lo que los Tlaxcaltecas atacaron.

De todos modos, aquí, en Tzompantepec, el contacto, en vez de un abrazo, fue una guerra de tres semanas centrada alrededor de esta colina de Chichimecatehutli, al pie de la cual estamos en este momento.

Una guerra con un bien extraordinario rasgo de nobleza de mentalidad digna de admiración, por parte de los paraborígenes.

Resulta que fuimos a platicar con el historiador local. Y resulta que, al anochecer del segundo día de batalla en la vasta llanura alrededor de la colina, los invasores españoles y sus aliados totonacas se replegaron a la cima de esta colina, donde había, por casualidad, un teocali tlaxcalteca que les vino muy bien como fortín; pero donde, a la vez, quedaron aislados por asedio durante los veinte días siguientes y restantes; bueno, aislados de manera muy extraña, a creer o no creer. Porque resulta que nuestro historiador nos mostró, entre otras cosas, una crónica de un testigo de los acontecimientos relatando que los Tlaxcaltecas, según su etiqueta de honor ... les daban de comer a los asediados para que no se pudiera decir que éstos perdieron una batalla por causa de hambre ...