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Vamos a pernoctar aquí mismo.

Ah, antes de olvidarnos, esta zona está llena de Huastecas de hoy; cuando llegamos al desvío desde la ruta a la ruina, la primera cosa que hicimos fue hablar con un Huasteca.

No, no vamos a pernoctar aquí mismo; la llovizna, que tuvo la decencia de empezar sólo en los últimos momentos de nuestra visita de las ruinas, ahora cambió a lluvia - no podemos arriesgar quedarnos en este barro potencial. Al pueblo de Tamuin, pues. Es increíble cómo nos persigue la nubosidad y sus consecuencias - para algunas cosas será bueno, indispensable, pero para nosotros ... hoy mismo, nos perjudicó en las fotografías de la aldea y de esta ruina.

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Hoy, hacia nuestra próxima meta, otro sitio arqueológico, de nombre Castillo de Teayo, de vuelta en el estado de Veracruz, pasando por la zona general del pueblo de Huejutla, en el estado de Hidalgo - así de contorcionados están los deslindes estatales por acá.

La topografía se ha vuelto muy serrana.

La vegetación, verdeante semi-baritropical, desde matorrales naturales a plantaciones de bananos y citros; éstos, en cantidades oceánicas, con sus olas subiendo y bajando las laderas.

El panorama, pues, inevitablemente se ha vuelto entre agradable y grandioso; nos hace pensar en lugares como el otro lado de México, y ciertas partes de Colombia.

La ruta también nos hace pensar en cien y un lugares: en muchos trechos, no es cuestión de reducir la velocidad a 30 kilómetros, ó 20 ó 10, sino de ir escogiendo hueco por hueco, por dónde meter las ruedas; y cuántos otros recuerdos, suscitados por asociación.

Por aquí, una modalidad inhabitual de alambrado: árboles plantados en vez de postes, y podados en forma de postes vivientes. Nos extrañamos de que no sea difundida esta idea, de cultivar postes en vez de comprarlos, y postes que no se pudren.

Y otras cosas, como fantasmas del pasado, otra vez cobrando vida aquí: rompemuelles sádicamente asesinos, en lugares donde todo el camino, sobre centenares de metros, es un rompemuelle sin fin; cultivos y pasturas en laderas tan cerca de la vertical que es una maravilla; la sensación de sabernos dos caras fuera de lugar en una población precolonense; y, finalmente, reaparecieron los burros.