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Hoy, por fin, Tampico.

Tuvimos que reaprender lo sabido, pero olvidado: la hibernación del mediodía y su parálisis; todo el mundo, a casa a comer - y, de paso, reunirse y charlar algo más con la familia - una cosa cierra a las 13, reabre a las 15; otra, cierra a las 13, reabre a las 16; otra, cierra a las 14, reabre a las 17; acaso es el precio de un florecimiento más perdurable en las relaciones familiares, en vez del notorio desmoronamiento en las sociedades donde cada cual dispara por su lado.

Tuvimos tiempo para bajar del altillo, o sea del porta-equipaje, aquellas cubiertas que teníamos puestas antes de Belém - pero con las cuales no nos habíamos animado a enfrentar las incógnitas de la Amazonia, que habíamos cambiado, pues, para el cruce de la Amazonia, por nuevas que teníamos de reserva (desde Santiago de Chile, si la cosa no se pone demasiado complicada) - y tiempo para hacerlas recolocar, con el propósito de terminar de gastarlas, poder tirarlas y tener tanto menos peso - por fin; y tiempo para subir al altillo las cubiertas que nos estuvieron llevando desde Miami hasta aquí, todavía como nuevas.

Tuvimos tiempo para comprar, otra vez, un microbicida para empezar, otra vez, a desinfectar nuestras verduras; las frutas, sin problema: mandarinas, bananas, melones, piñas, se pelan, y las manzanas las tenemos de Vespuccia.

Con todo, precios para hoy: por el precio de un porro en Vespuccia, aquí compramos 17 porros, de mismo tamaño y calidad; por el precio de una lechuga romana en Vespuccia, aquí podíamos haber comprado 28 lechugas romanas de mismo tamaño y calidad ... no, no compramos 28, compramos 6.

Tuvimos tiempo para una entrevista con el diario local. ¡Qué entrevista! Primera, única, y probablemente última, en su tipo. Sería, en verdad, interesante ver su versión final en columnas de diario. Lamentablemente, no nos será dada tan riesgosa aventura.

Como siempre hacemos, dimos, primero, al periodista una reseña escrita de nuestros propósitos, una estadística de lo hecho y un mapa con el recorrido al día, e invitamos preguntas. Ni una pregunta, para agregar algo anecdótico, personal, nada. Luego, la fotografía de rigor; en vez de las fotografías múltiples habituales, 3, 7, 12 a veces, una sola - una sola. Ahora bien. Es fácil tildar la cosa de menesterosa, pero ¿no es, en realidad, profundamente cuerda? ¿Para qué tomar tantas fotografías y hablar tanto si es para publicar, generalmente, mediocridad o peor? Sí, sería interesante ver el resultado de esta entrevista y luego opinar.

Un tema por el cual no se necesita esperar para opinar es que la propia puerta de entrada principal al edificio de este diario es una ilustración típica de la dejadez sin disculpas que tantas veces nos dejó perplejos en varios países hispano-americanos, con México, el primero.