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La extrañeza de la pronunciación francesa se hace todavía más sospechosa cuando el mismo locutor pasa a hablar en inglés con una perfectísima, substancial, intonación nativa. Si quieren promover un idioma luisianés, muy bien. Pero si, como proclaman, quieren revivificar el idioma francés, entonces, ¿por qué lo asesinan así, por qué no aprenden su gramática, por qué no eliminan los anglicismos, por qué no cambian su pronunciación que, así como suena, en Francia, causaría sonrisas si no risas.

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Esta mañana, llueve, llueve fuerte; el pronóstico da advertencias de lluvias muy fuertes y de posibles inundaciones relámpago. Nos vamos a acercar del fondo del bosque a la carretera, pero no vamos a viajar. Con toda seguridad, estaremos ocupados con algo todo el día.

Este atardecer, el Sol aprovechó su última posibilidad para sonreír por entre las nubes, y manchas de azul prometen buen tiempo para mañana; pero las noticias dan cuenta de un tornado al sur de la ciudad de Houston, con dos muertos y dos heridos, justamente donde nos hubiésemos encontrado hoy, y nos encontraremos mañana.

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Esta mañana, cruzamos de Luisiana a Texas. Hasta 1836, hubiese sido cruzar la frontera mexicana; pero, hoy en día, después de la usurpación con violencia, en perjuicio del gobierno local mexicano, por los Vespuccianos entonces aquí radicados como extranjeros, en preparación de la anexión formal en 1845 por el expansionismo de Vespuccia, esto ya no es México.

Saliendo de la ciudad de Orange, aparecieron en la llanura grandes industrias que no pueden ser sino petroquímicas, por su confusión de torres cilíndricas.

En la lejanía, se va elevando desde tierra el perfil de la parte baja de un larguísimo arco, cada vez más alto, cada vez más atrevidamente en el cielo, bajando en misma proporción del otro lado, algo que debe de ser una cinta transportadora como suele haber, a veces, de fábrica a fábrica.

Ah, pero no; esa estructura de aparente equilibrio tan dudoso como una lombriz con mil patas de girafa, se va definiendo como algo para nosotros - un puente, empinado de tal manera que sólo se puede llamar desesperada, como tratando de escapar a algo en tierra, y tan largo que, por comparación, parece un hilo. Adelante, pues.