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Por todo ello, en parte, y por tantas otras cosas, nos demoramos aquí; pero se va configurando una triple coincidencia:

1)  la época de huracanes se va acabando;

2
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nada más se nos ocurre en términos de puesta al día o de puesta en condiciones - sólo no podemos no inquietarnos un poquito por un débil, indefinido, ruido como de roce, probablemente en la transmisión o alrededores cuando el motor hace fuerza como en una pendiente, que dos mecánicos que consultamos por separado dicen no es otra cosa que un desgaste general natural después de tantos kilómetros, y nada por qué preocuparse, pero roce que no existía antes del cambio del embrague, y con el cual no sabemos qué hacer; si supiéramos, lo haríamos; quizás el desajuste entre piezas nuevas y piezas no cambiadas;

3
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y el martes que viene será el primer día del sexto año ya de esta Expedición; sería lindo y muy oportuno empezar esta nueva etapa, que será el último año de la Expedición, justo en coincidencia con el aniversario de aquel primer día de la Expedición, hace ya cinco largos y algo increíbles años.

Por otra parte, es imposible ignorar que se están aproximando las anuales, profanación del Día de los Muertos, difamación de la brujería, y lección de chantaje para niños: el Hallowe'en. ¿Cómo es imposible? Pues, por las máscaras plásticas de monstruos, por los disfraces tipo esqueletos, por los disfraces de brujas que destacan caras verdosas, dedos puntiagudos, sombreros cónicos, ropaje suelto negro, cabello gris-violáceo o gris-verdoso; y por las advertencias repetidas y repetidas contra los posibles vidrios molidos y venenos en las golosinas dadas a los niños chantajistas para librarse de ellos. Ni paganismo es esto; el llamado paganismo tiene su religiosidad; esto es barbarismo. Todo ello, según lo ya comentado en el primer otoño de esta Expedición.

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Hoy, 26 de octubre, último día del quinto año de esta Expedición. Hace exactamente un año, estábamos enfrentando los épicos burracos en el centro de la Amazonia, en dirección a Manaos, como para no olvidarse jamás.

Justamente en Brasil, hace pocos días, ocurrió una desgracia de radioactividad, una desgracia que hubiese sido posible evitar por parte de las autoridades, pero imposible de evitar por las victimas, porque el peligro no era reconocible como tal, por ellas, y, por colmo, no era estacionario sino ambulante.

Alguien se llevó de una clínica desocupada, un pedazo de material radioactivo, sin saber, naturalmente, que era radioactivo; llevándolo en el bolsillo, en las manos, dejándolo tocar por un sinfín de personas, todo el mundo, atraído por su luminosidad en la oscuridad.  Cuánta gente fue altamente contaminada de >>>>>>>>