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rigor, hasta se pierde su empleo al instante, sin previo aviso - bueno, en Vespuccia, de todos modos, empleados y obreros nunca tienen preaviso de despido; cualquier mañana, cuando llegan al trabajo, pueden encontrarse con que no se los quiere más y están sin trabajo.

Volviendo al tema, bien nos sorprendió enterarnos de que hace poco, a mediados de este siglo XX no más, todavía había separación de Blancos y Negros en los medios de transporte público.

A Nosotros, aparentemente, encontramos la solución antidelictiva, por lo menos para la noche: dormimos en un aeropuerto, no el grande, que debe de ser un infierno porque es uno de los más activos de Vespuccia, sino en un pequeño aeropuerto periférico, perfectamente silencioso de noche, y además tenemos las comodidades del aeropuerto. Lástima que no se nos haya ocurrido esta solución en ciudades como Detroit.

A El agua del aeropuerto es más quimicalizada, vale decir repelente, de lo habitual.

Por otra parte, el otro día, cargamos, no sabemos dónde, agua para lavar que tuvimos que tirar, ni para lavar servía, parecía puro producto químico - y no cloro, otra cosa, no sabemos qué. Dos días de ventilación y varios lavados fueron necesarios para deshacer el botellón del olor.

En la radio, escuchamos advertencias para ciertas comarcas de hervir el agua por excesiva contaminación bacterial.

A Las autopistas de Atlanta son otro deleite de organización previsional, como lo son las de Miami; nos hacen pensar en las autopistas de Caracas - por siniestro contraste, naturalmente. Y hay trabajos faraónicos de cruces de autopistas en pleno centro de la ciudad. Sería un mejor nivel de vida humana no necesitar autopistas, pero si las hace falta, éstas seguramente llenan el cometido a la casi perfección.

A   El centro de Atlanta es bastante neutro, para no decir deprimente, pero hay mucha edificación en marcha, por lo que hay que esperar el futuro: la ciudad parece tomar muy en serio el símbolo de su blasón oficial: un ave-fénix levantándose de las llamas del arrasamiento cometido por los Norteños durante la guerra de Secesión.

A Incidentalmente, hay, en Atlanta, otro monumento a la memoria de la Guerra de Secesión, otro monumento gigantesco: un cuadro de la gran batalla de 1864 que llevó al arrasamiento de la ciudad; cuadro de aproximadamente 110 metros de largo por 14 metros de alto, en círculo alrededor de una sala. Lo extraño es que este magno conmemorativo a la gloria de la Confederación no fue pintado por Sureños en el sur, sino por Alemanes y Polacos en el norte, y que vino a parar a Atlanta sólo por casualidad, después de muchas peripecias.