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Un muy agradable paseo.

En Raleigh, decidimos hacer un juego de fotocopias de las últimas 420 páginas de nuestras crónicas para mandarlo en depósito por si algo pasare con nuestros originales.

Aquí mismo, en el estacionamiento de la fotocopiadora - incidentalmente, abierta las 24 horas del día y provista de toda clase de equipos, inclusive basados en rayos laser - pasaremos la noche.

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Hoy, todo el día en Raleigh, con tareas varias. ¿Otra vez tareas varias? Pues sí: el eje trasero que teníamos de reserva y que tuvimos que utilizar, había que reponerlo algún día; hoy lo buscamos y encontramos; un par de días atrás, nos dimos cuenta de que teníamos una luz que no funcionaba, hoy la arreglamos; había que mandar las 420 fotocopias de las crónicas, hoy fue; tuvimos una entrevista en el diario local; recogimos la opinión de un mecánico sobre el andar del motor - según él, por ahora todavía anda bien, o por lo menos lo suficientemente bien para no tocarlo todavía; y así corre el tiempo, corre el tiempo.

Ah, sí, también encontramos un señor de Nueva York, un escritor para una editorial de libros escolares. Siendo una persona ajena a este ambiente patológicamente parroquial, le comentamos los atropellos de que fuimos víctimas.  El, a su vez, nos hizo dos comentarios.

Por una parte, que hace un par de años atrás, un escritor viajó extensivamente por el sureste de Vespuccia para juntar datos e impresiones para un libro, y que una de sus impresiones que siguió intercalando entre sus demás impresiones fue exactamente lo que nos está pasando a nosotros: hostigamiento por parte de ciertos elementos de la población y por parte de la policía, por el solo hecho de ser forastero. Así que no tenemos visiones, la cosa es cierta, y tenemos buena compañía.

Por otra parte, sugirió que dicha forasterofobia virulenta tiene sus raíces en la derrota sufrida por estos estados del Sur a manos de forasteros, o sea de los estados del Norte, durante la sangrienta guerra de Secesión, cuando los norteños no permitieron a los sureños ejercer su derecho de auto-determinación para separarse de los estados del norte y formar una confederación sureña propia independiente, ahogando este deseo en la sangre de más de 600.000 muertos sin contar los centenares de miles de heridos.

Lo innegable, y lo que nosotros vemos permanentemente, es la substancial cantidad de marcadores, conmemorativos de aparentemente cualquier detalle, en una multitud de sitios, de aquella gran contienda.   Tantos marcadores, así como >>>>>>>>