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estaba recalentado. Aquí, en el estacionamiento, en contra de todas las normas, tendremos que quedarnos para la noche. Felizmente, ya averiguamos, hay un concesionario de nuestra marca en este pueblo; a unos seis a ocho kilómetros de aquí - así de extensos son todos esos latipueblos tipo suburbano sin urbe.  Mañana, veremos.

Probablemente, otro rulemán, o rulimán, o rodamiento - según escuchamos en varios lugares - y otro eje; el cuarto juego.

Y veremos si logramos cubrir esa distancia por medios propios.

Nuestro primer sentir es: otra vez, qué feliz coincidencia que haya ocurrido - y estas cosas no pueden no ocurrir en viaje tan largo - no en uno de aquellos miles de lugares solitarios, sin recursos de este tipo, sino aquí mismo; e incluso que no haya ocurrido en una autopista, que es también un lugar bastante desamparado; sino aquí, en el ambiente manejable de un pueblo.

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Sí, logramos llegar por medios propios. Sí, eran el rodamiento y el eje. El rodamiento, totalmente molido; mucho más lejos no hubiésemos alcanzado. Muy poco preaviso nos dio destrozo tan total.

Lo muy irónico del caso es que, en esta Vespuccia tan repleta de coches y de sus repuestos, incluyendo, en primera fila, nuestra marca, el concesionario en este pueblo no tenía eje y tenía un rulemán inferior en calidad a los nuestros, por lo que, para repetir la palabra, la gran ironía fue que tuvimos que colocar el rulemán que habíamos comprado como reserva en Chile y el eje que habíamos comprado como reserva en Paraguay. Y, de no haber tenido nosotros nuestro eje de repuesto, se hubiese tardado una semana para recibir el eje de otra parte. ¿Dónde está la rapidez chilena, de Santiago a Osorno en una noche?

Aprovechamos para hacer revisar el otro eje con su rulemán, y los engranajes del diferencial colocado en las inolvidables circunstancias en Bariloche.

Se hizo demasiado tarde para seguir viaje pero queda bastante tiempo libre, felizmente, para anotar una observación que se nos fue acumulando desde que empezamos a movernos por Florida.

En realidad, es una observación muy afín a aquellas de la astuta explotación periférica de las conchas y de las esponjas. Se trata de la asombrosa intensidad de esfuerzo e inventiva evidenciada por la muy seria industria de ofrecer circo a un público que ya tiene el pan, aprovechando, dentro de lo posible, el ambiente prevalente.