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por otra grúa.  Nos parecía imposible que fuera por desperfectos mecánicos.

Preguntamos.  Desperfectos mecánicos.  Increíble.

¿Cómo se las arreglan las chatarras ambulantes de tantos otros países, donde, sin duda, vimos muchos casos de arranques empujando a mano, pero nunca remolques? Viendo estos remolques fúnebres tan frecuentes como inexplicables, no es difícil sentir la aprensión de la gran peste bubónica: ¿cuándo nos va a tocar a nosotros?

Pensándolo bien, ya dos veces estuvimos nosotros mismos a punto de ser alcanzados por la lúgubre sombra de una grúa de remolque, pero, las dos veces, nos zafamos.

  • Una mañana, al arrancar el motor, se sintió olor a nafta totalmente alarmante. Parar el motor. Levantar el bonete. Todo el motor, bañado en nafta y chorreando. Resultó que se había desprendido el filtro de nafta entre la bomba y el carburador, seguramente mal re-instalado durante la afinación. Una automática e inevitable garantía de incendio si hubiese ocurrido con el motor caliente y a 70/80 kilómetros por hora. Así como fueron las cosas, un destornillador y dos manos sucias solucionaron el problema.

  • El otro caso fue de un fuerte golpeteo en alguna parte alrededor de la bomba de agua o quizás en el alternador - algo con que era impensable moverse sin solucionarlo; un poco de jabón en las correas fue el santo remedio.

Pero creemos que muchos de los casos remolcados no deben de ser peores que estos dos; salvo que los conductores, muchas veces, ni siquiera tienen un destornillador o intentan ver si podrían arreglar el inconveniente personalmente; y salvo que la idea de que se podría hacer mecánica ligera de auxilio en el lugar del desperfecto en vez de gastar un dineral en remolque ni cruza la mente vespucciana, ponderosamente convencida de que todo tiene que hacerse académicamente, o sea no en la calle sino en taller.

Una vez, en un estacionamiento, alguien nos pidió, nos suplicó, suplicó, si podríamos dejarle arrancar su motor con nuestra batería. Hecho lo solicitado, nos quiso pagar un dinero - que, por supuesto, le rechazamos - como símbolo de la gratitud que también se sentía en su voz. Naturalmente; se había ahorrado el tiempo de esperar una grúa de remolque, y el substancial gasto de la grúa.

M Por primera vez, después de tres años y cuatro meses, otra vez compramos nafta en Vespuccia. Se terminó la simplicidad y comodidad de poder surtirse despreocupadamente en cualquier estación, por ser el precio siempre uniforme, y por tener todas las estaciones un dependiente para despachar.

Ahora, otra vez habrá que comparar precios, acordárselos de estación en estación, y esperar que, en la dirección en la cual se va, se repetirá el >>>>>>>>