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Hoy fue día de visitas; incluso una, imprevista y bienvenida.

PP Catedral de Sainte Trinité; hay que especificar cuál porque Port-au-Prince es una ciudad de no menos de tres catedrales.

Esta catedral se enorgullece con tener murales bíblicos en el estilo que se nos dio por llamar "astutamente ingenuo"; lo que, en base a lo visto en la marea pictórica de Santo Domingo, nos interesaba. Lamentablemente, esta catedral tendrá una cátedra, pero no tiene, en su construcción, la dignidad, el decoro, que una catedral se debe de tener - su forma y sus materiales la hacen más bien una iglesia de barrio pobre; y lamentablemente, los murales son de interés sólo relativo, y cubren sólo las paredes inmediatamente adyacentes al altar, dejando todo lo demás en su indigente desnudez. Otra cosa sería esta iglesia si todo su interior fuese un derroche de colores efusivos. Y entonces, hasta se podría encontrar interés pictórico o psicológico en analocalismos como las bodas de Canaán representadas en una típica aldea haitiana como lo son ahora.

PP Museo del Panteón Nacional. Tanto el edificio como el contenido son muy merecedores de atención, a pesar de ser, el primero, bastante compacto, y el segundo, bastante reducido.

El edificio, para empezar, no es, por fuera, un edificio de paredes y techo; es un túmulo circular de laderas suaves, cespedadas, cobijando, en su parte superior, plana, una pileta ornamental de agua; sólo unos conos, de costados levemente concavos, surgiendo de la plataforma superior, delatan que hay algo raro con el túmulo; y es cuando se ve, por fin, un orificio rectangular, en un punto de la base del túmulo, que se sabe que hay algo adentro.



Los conos del Panteón Nacional en Puerto Príncipe

El interior - que consta, en conjunto, de un círculo, que sirve de panteón a la memoria de los próceres de Haití, y de un hemiciclo calzado contra un costado del círculo, que sirve de museo de historia condensada de Haití - es muy hermoso, elegante, dignificado, en total discordancia con la indigencia de la ciudad.

El museo empieza con los paraborígenes precolonenses, pre-Blancos, pre-Negros, "apacibles y tiernos" como escribiera luego, y muchas veces, Cristóbal Colón.

Sigue el museo con la llegada del propio Colón, incluyendo la encalladura y la pérdida de su nave insignia, la Santa María.

  … Se exhibe el ancla del naufragio, una ancla muy delgada, casi frágil, que da una idea muy gráfica de lo diminutas que eran esas carabelas.