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Así como en la radiodifusión, en la televisión, el himno nacional - respaldado, en este medio, por apropiadas visiones gráficas de gloria, entiéndase de matanza - es tan parte del día como plegarias en un convento.

Mañana, lunes, ¿qué nos espera con el nuevo precinto?

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▪▪ Lunes, de tardecita. Nada catastrófico ocurrió. Apacibilidad de lo satisfactoriamente finiquitado. Pero no sin haber sentido el vértigo de dos de aquellas trampas negras siderales de las cuales ni la luz puede escapar, tan tupidas son - ello, en increíble duplicación, en las tinieblas, no del espacio exterior sino de dos cráneos humanos.  Fue así.

Llegamos a la oficina del agente naviero/aduanal a las 14 como convenido. Con dos empleados, iremos a la línea de navegación, a buscar el precinto que la línea no tenía el viernes pero prometió para hoy, lunes, a la mañana, a lo más tardar a las 14.

Por la duda, primero se llama por teléfono.  Precinto no llegó.
- ¿Cuándo?
- No se sabe, quizás media hora, pero podría ser una hora; o dos; o quién > sabe.  El hombre que tiene que traerlo desapareció.

Espera.  Tedio.  Llamada.  Nada.
Espera.  Irritación.  Llamada.  Nada.
Espera.  Nada.  Cuarta llamada a la línea de navegación.
- ¿No se podría mandar otro hombre, aunque sea pagándole?
- No.

Colgado el transceptor, uno de los dos empleados esperando con nosotros - empleados, que habían ido, el viernes, con nosotros al puerto para poner el coche en el contenedor; que habían visto que los martillazos habían borrado el número del primer precinto; que habían ido con nosotros a la oficina de la línea de navegación a buscar un nuevo precinto que no había; que habían vuelto al puerto con nosotros para poner por lo menos el precinto de fleje; que habían sabido que, así, nosotros tendríamos, muy lamentablemente, que volver aquí, el lunes, en taxi los 32 kilómetros desde Caracas para poner el precinto de cable, y entonces volver en taxi los 32 kilómetros otra vez a Caracas; y que estaban, pues, esperando ambos con nosotros - uno de ellos comenta, como hablándose a sí mismo: "Pero, se podría comprar uno en el puerto, donde compré el primero, vez pasada.".

Un rayo del cielo, electrocutándonos en un vacío absoluto instantáneo, no nos hubiese incapacitado más, durante los próximos dos segundos. ¿¡Qué!?  ¡¿Que se podía comprar en el puerto?!  ¡¿Que el primer precinto, lo habían comprado en el puerto?!