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reserva de vuelo pendiente de antes, y, sobre todo, para comprar - no reservar aleatoriamente, comprar, ahora somos dueños de nuestros actos - dos pasajes directos a San Juan de Puerto Rico.

El primer vuelo disponible después del lunes - ¡porque, no olvidar que, el lunes, todavía falta el cambio de precinto en el contenedor! - es el miércoles; es también el más cómodo; sin escalas, sale a las 13, llega a las 14:30 - qué lujo; y también es el último posible: será el 21, y nuestra visa vence el 22.

Fin de este cronodrama - salvo, no permita Dios ... quién sabe, el lunes; en este país, nunca se sabe.

CC En cuanto a nuestro regreso a aquel centro comercial, nuestro ex-cuartel general, fue caminando; quince minutos. Así, empezamos a descubrir el aspecto peatonal de Caracas, después de haber sufrido su aspecto motorizado.



Un edificio en Caracas

Ambos aspectos, un infiernillo; con la diferencia de que, al aspecto motorizado, una vez que, a golpes, uno conoce su derrotero habitual, uno se acostumbra, mientras que, al infiernillo peatonal, parece imposible acostumbrarse, no importa cuántas veces se recorrería un trayecto en particular.

Nosotros, en quince minutos, tuvimos 1) que cruzar, inevitablemente, una avenida inapta para cruzar, sin senda peatonal marcada, al contrario, con un parapete medianero de hormigón; 2) que caminar en trechos de calles de intenso tráfico sin vereda; 3) que caminar por veredas bien peores que las de Buenos Aires, como terraplenes para flores sin flores; 4) que cruzar un puente sobre un río, con la barranda, más corta que el puente, de manera que deja un espacio sin protección contra una caída al río, acaso más peligroso que si obviamente no hubiese barranda alguna; 5) que cruzar dos arterias de intenso tráfico, eligiendo entre arriesgarse por entre los vehículos o subir una escalera en caracol de dos pisos a una pasarela, y bajar otra escalera, y subir otra, y bajar otra, cada vez de dos pisos (ocho pisos en total), con el peligro de una visibilidad prácticamente nula de los escalones por total falta de iluminación en la oscuridad de la noche (y ¿cómo hacen personas con bultos, criaturas, coches de criaturas, deficiencias físicas, cómo hacen ancianos?). Todo lo susodicho, en ininterrumpida sucesión durante los quince minutos, y no como excepciones en un recorrido que, por otra parte, hubiese sido humano. Y todo lo susodicho, en el permanente rugido enajenante del tráfico por los cuatro costados, y por encima y por debajo.  Terrible.

Para terminar, volviendo al full del hotel, es algo muy penoso pero, desafortunadamente, nada para sorprenderse. Escuchamos que, en moderno castellano venezolano, las iniciales de "planta baja" no se enuncian PeBe, a la española, sino PiBi, a la inglesa; y en ningún surtidor de nafta nadie nos preguntó jamás si queríamos el tanque lleno; siempre fue si lo queríamos full; en inglés.  Y bien inútil sería tratar de convencer a esa gente de lo fool que >>>>>>>>