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como los rumores nos habían llevado a temer. Al contrario, una sólida sucesión de establecimientos agropecuarios, en un terreno donde nuestros ojos-adiestrados -en-el-Brasil ven que, en otros tiempos, todo era pluviobosque.

Se sigue viendo, como cosa normal, las Guajiras/Goajiras con sus albornoces-vestidos aerados, elegantes, en verdad indescriptibles.

Nombres de otras etnias paraborígenes diluidas al oeste del penegolfo, vecinas de los Guajiras, de norte a sur: los Paraujanos, los Yupas, los Barís.

En la lejanía, a nuestra derecha, o sea al poniente, la sierra que era de los bravos Motilones.

El asfalto sigue con sus ondulaciones que, a veces, hacen cabecear el coche como un barco en el olaje.

Y todos estos carteles a lo largo de la carretera, no para guiar al viajero sino para aumentar su desdén, desprecio, asco.

¤ Cartel que reza "Cuidado, trabajos" pero donde no hay trabajos; hace mucho >>que terminaron los trabajos pero el cartel se quedó.
¤ Cartel que reza "Desvío" pero no hay desvío, por la misma susodicha razón.
¤ Cartel dentro de un pueblo, mandando 60 kilómetros por hora, la misma >>velocidad que otro cartel mandaba en carretera abierta.
¤ Cartel diciento "Pare" pero nadie para, no hay nada por qué y para qué parar.

La eterna pregunta: cuántos millones de moneda fuerte, cuántos circuitos super-electrónicos hace falta para corregir esta imbecilidad.

Y esta mañana misma, no supimos cómo salir del estacionamiento del aeropuerto: por un lado, no se podía salir ya que era la entrada únicamente, por el otro lado, donde parecía que podía ser la salida, había un imperativo cartel rojo impidiendo el paso por contramano; hasta que alguien, con una risa estúpida, nos explicó: ah, pero que dicho cartel imperativo no era nada, que se había quedado de otros tiempos cuando el flujo del tráfico era diferente. Y ¿por qué, entonces, esos idiotas no sacaron el cartel?

Y ahora, un rompemuelle en carretera abierta, sin advertencia, disimulado en el mismo asfalto.

Llegamos al principio de nuestra meta: el pueblo de La Fría, donde la topografía acusa una obvia quebradura entre la llanura que seguíamos desde Maracaibo y la pendiente que empezaremos ahora a trepar en busca de la cordillera de los Andes en Venezuela.

Aquí están, las curvas, los cerros, los valles, las vistas grandes y, sobre >>>>>>>>