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de cristal de cuarzo - algo parecidas, si bien inferiores, como sin terminar o como estudios previos para la obra maestra - y sí, éstas también fueron descubiertas en tierra maya; pero, por otra parte, no hay mucho cristal de cuarzo en la zona.

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De todos modos, a más de su gran acabado estético y técnico, tiene características lumínicas bastante inexplicables. Tiene, en la base del cráneo, concavidades y convexidades que hacen de lentes, juntan luz, y la transmiten por conductos ad hoc que terminan en las cuencas de los ojos, de manera a proyectar la luminosidad hacia la parte trasera de las cavidades. Transmisión de luz extrañamente parecida a la transmisión por fibras de vidrio, de modernísima invención.

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La parte superior del cráneo obra como lente de aumento de lo que se encuentra debajo de la calavera.

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Su mandíbula tiene dos puntos de soporte, con lo que se puede abrir y cerrar. Lo que, muy probablemente, tiene otros propósitos que la simple curiosidad mecánica.

  Por ejemplo, se dice que los Mayas, a más de su sistema aritmético común, que era vigesimal y no decimal, tenían otro sistema, más antiguo y esotérico, en el cual diferentes formas de cabeza representaban números de 0 a 13, y la mandíbula sola representaba 10; así que, por ejemplo, cabeza de 7 + mandíbula = 17; etc.

Toda esta temática de la civilización maya es una temática grandísima que esperamos llegar a tener el privilegio de incluir en nuestra Expedición. A nuestro regreso de América del Sur, si Dios quiere.

Volviendo a la calavera de Kitchener, ciertamente vale el riesgo de la loteria.

En camino. Cruzando Toronto por última vez, pero, esta vez, no por las calles sino por una autopista arterial, de 12 - ¡doce! carriles de tránsito, seis en cada dirección, y con un tráfico muy intenso, rápido, ocupando cada metro cuadrado de esta enormidad.

Salimos finalmente del área metropolitana de Toronto. La carretera se ha encogido a dos carriles en cada dirección; el tráfico se apaciguó un poco.

Mientras estamos viajando, se nos vuelve el pensamiento hacia los gorilas y los orang-utanes de la cárcel, su comportamiento resignado, sus miradas vacías, perdidas en la lejanía, tratando de matar el tiempo moviendo una soga o un recipiente de plástico vacío.

Había uno, quizás todavía más lastimero, parado frente a la hoja de acrílico que lo separaba de la libertad; de vez en cuando, golpeaba con sus puños la hoja de acrílico, y luego su cabeza; se podía ver que tenía su mirada bien lejos, pero no vacía como la mirada de los demás sino como si mirara algo con gran intensidad; miraba tanto que nos fijamos también en la dirección en la >>>>>>>>