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15 kilómetros por hora, pero, potencialmente, es mucho peor porque, mientras la ruta desde Manaos es relativamente impermeable a lluvias, ésta, evidentemente, con lluvias, se vuelve un infierno de barro. Qué satisfecho y agradecido alivio, que todo esté totalmente reseco. Reptar a 2 ó 5 ó 15 kilómetros por hora en huella seca es una beatitud, comparado con estar hundido en un barrial.

Llegamos al pueblo de Caracaraí. Primera cosa, otro matrimonio de trotamundo; según lo conversado, éste, de Holanda, o sea otros Europeos; otro dato a agregar a nuestra estadística anterior.

Aquí vamos a pernoctar. Lo vamos a arriesgar en un descampado cerca del pueblo.  Gran total del ininterrumpido trajín de hoy: 124 kilómetros.

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Hoy, sigue el malabarismo choferil - por alrededor de los huecos mayores, y, a veces, por dentro de ellos porque no hay manera de evitarlos - para llegar en un solo pedazo, aun cuando con gran demora, a destino.

Pensamos qué terrible tiene que haber sido para los Alemanes, que están dos o tres días delante de nosotros, tener que sufrir este camino, con sólo la esperanza de conseguir sus visas en Boa Vista y con el fantasma de quizás tener que regresar por este mismo purgatorio. ¡Qué beatitud, tener nuestras visas en el bolsillo! Alto fue el precio, en dinero, tiempo, incomodidad e irritación, pero peor hubiese sido, tener que viajar por aquí, corroídos por la duda de la inutilidad del esfuerzo a cada salto del camino.

A veces, aparece un bólido, un camión o un ómnibus, golpeando, saltando, destruyéndose apocalípticamente, de cresta en hueco, de hueco en cresta, un eje saltando por un lado, otro eje saltando por otro, a la velocidad máxima - quizás tres veces la nuestra - que no produzca un colapso inmediato. El mismo infantilismo de una sola velocidad, la máxima, que sufrimos en la lancha rápida aquella sobre el río Atrato.

Pero milagros no hay. El colapso llega. Hoy mismo, vimos, en dos lugares diferentes, dos camiones heridos de muerte, obstruyendo el camino donde les tocó el destino sin poder moverse otro centímetro, con las tripas al aire, o sea, en un caso, los ejes traseros y, en el otro caso, los ejes traseros y el diferencial, reventados.

También vimos un camión, seguramente un ex-bólido fanfarrón, ahora claudicando con su caja, hendida, rajada, parte de ella y del cargamento, colgando como ala quebrada.