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¡Ahá! Ahora, nos va a tocar cruzar el territorio de los famosos Uaimiri-Atroaris; 120 kilómetros. Contacto directo con otro caso de enfrentamiento, no todavía reducido al silencio de la muerte, entre invasores de tierras ajenas y paraborígenes defendiendo sus tierras.

Se puede pasar, pero no sin precauciones, para no decir problemas. Está prohibido detener la marcha porque, si uno se detiene bastante tiempo para que se corra la voz, los paraborígenes atacan; más prohibido está viajar de noche. Durante la construcción de la ruta - quizás habría que decir durante la invasión del territorio de los Uaimiri-Atroaris por la ruta - hubo muchos muertos, de un bando y del otro, en los enfrentamientos armados. Las estadísticas oficiales hablan de menos de 100, pero los lugareños, testigos presenciales, nos hablan de 3.000. Hasta hace poco, era obligación, además, viajar en convoy de varios vehículos a la vez. Ahora, el tráfico se volvió bastante frecuente para ofrecer ayuda mutua en caso de necesidad, aun sin convoy.

Son las 15. Según lo conversado con lugareños, tres horas tendría que ser razonablemente suficiente, para los 120 kilómetros y salir del otro lado antes del anochecer.

Cruzando, pues, el territorio defendiendo su independencia y libertad; hasta aquí, sin inconveniente, pero no sin un poco de opresión y aprensión porque la selva aprieta muy al ras del camino y es la más tupida, más insondable, que vimos hasta ahora.

Siempre dentro del territorio uaimiri-atroari, acabamos de cruzar un deslinde que nada importa a los paraborígenes: la frontera entre el estado de Amazonas y el territorio de Roraima. El camino se ha vuelto notablemente mejor, tipo 50/60 kilómetros por hora. Mejor así; será fácil salir del territorio enemistado bien antes del anochecer.

De vez en cuando, se ve unos araras - y se entiende que, antes de verlos, se los escucha por su inconfundible voz rauca que justamente parece decir arrarrá, arrarrá. También hay algunas de las grandes mariposas de azul metálico.

Hablado demasiado pronto en cuanto al estado del camino. Otra vez en los 15 kilómetros por hora y menos.

Acabamos de pasar por un puesto de la Funai. Alrededor del puesto, vimos unos Uaimiri-Atroaris totalmente desculturados; los libres y ariscos están allá, en las profundidades de la selva. Una ilustración de nuestro punto de vista: o son paraborígenes desprovistos de cualquier interés y accesibles, o son paraborígenes con su propia personalidad pero inaccesibles.

Considerando el nuevo empeoramiento del camino y la consiguiente duda de si lograríamos salir del territorio antes del anochecer, consultamos con los encargados de la Funai la posibilidad de quedarnos a pernoctar con ellos. Estrictamente prohibido.