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principios del siglo XIX, a Bolivia a entregarlo a Vespuccia, cuando hubo un levantamiento en armas para que, más bien, lo comprara Brasil.

Hablando de la notable diferencia entre el curso verdadero y el curso cartográfico del Madeira en 1790, muchos otros rasgos geográficos - todos, se podría decir, en mayor o menor grado - padecían de una diferencia entre lo real y lo cartográfico. Una situación que se fue mejorando sólo paulatinamente, como es natural en tan tremenda tarea.

Así es que, hasta no hace tanto, los mapas de tierra adentro de Brasil acusaban errores como ser, otros ríos fuera de curso; formas naturales de 200 kilómetros cuadrados sin representar, o representadas varias veces más grandes o pequeñas; ciudades a decenas de kilómetros de sus sitios verdaderos.

Pero, en 1975, Brasil terminó de "fotografiar" su territorio con radares aéreos, en verdad una manera insustituible en territorio tan vasto e inaccesible. La misma dificultad y la misma solución, creemos acordarnos, que tuvo y utilizó Canadá en su Artico.

Todavía esperando.  Tiempo para otra anotación, quizás.

Porto Velho tiene su propio interés histórico. Es la cabecera de uno de los ferrocarriles pioneros americanos que alcanzaron el estatus de legenda; el ferrocarril conocido como Madeira-Mamoré, [entiéndase río Madeira - río Mamoré], más concretamente, Porto Velho - Guajará-Mirim; un ferrocarril de unos 365 kilómetros, sembrado de los huesos de más de 6.200 muertos, o sea unos 17 muertos por kilómetro construido; y ello, para ir, básicamente, de nada a nada, porque nunca pasó más allá de Guajará-Mirim, nunca llegó, como había sido proyectado, hasta la ciudad boliviana de Riberalta.

Desde 1971, no más ferrocarril; su recorrido fue cambiado a ruta, la que, ahora sí, alcanza Riberalta.

Más espera. Quizás tiempo todavía para agregar otra irritación a las irritaciones ya comentadas de viajar en el Brasil. La ardua limpieza del parabrisas.

Un parabrisas se ensucia, habitualmente, según el lugar y la época, de tierra, de barro, de agua, de insectos; todos, en varios grados de limpiabilidad. Aquí, en el Brasil, son mayormente insectos, pero los insectos brasileños deben de alimentarse con látex puro porque insecto que se estrella contra el parabrisas deja una mancha pegadiza, impermeable, insoluble, inamovible, a prueba de trapo, agua, jabón, cualquier cosa que se intente, cediendo solamente, según nos enseñó la dura realidad, a un largo, paciente, frotamiento con papel seco - manchita tras manchita tras manchita. Limpiar nuestro parabrisas puede llevar de diez a quince minutos de duro, cansador y meticuloso trabajo.

Por fin, hay movimiento.  A embarcar.