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Toronto se enorgullece de su complejo de galerías comerciales subterráneas; pero éstas no son más que esto: galerías de negocios adaptadas al clima frío de Toronto, en tres niveles bajo tierra y bajo vidrio. Solamente los maniquíes en sus vidrieras nos parecieron más inventivos, y por lo tanto más atractivos, de lo habitual; por ejemplo, maniquíes con la cara llena de una risa o de otra expresión, o maniquíes en una posición de gran actividad como ser atletas en las barras paralelas, y otras ideas.

El rasgo más llamativo que vimos en las galerías fue un racimo de nada menos que 21 cinematógrafos - 21 salas mostrando, cada una, una película diferente; de manera escalonada a un intervalo de más o menos unos 20/30 minutos entre sala y sala.

Notamos una gran proporción de personas de razas no anglo-sajonas, y nos pareció que eran no turistas sino habitantes de la ciudad, por lo que nos parece que Toronto sería una ciudad más auténticamente cosmopolita que otras ciudades que son conocidas por ser cosmopolitas pero que lo son solamente por sus turistas.

La biblioteca metropolitana de Toronto tiene nada menos que 45 kilómetros de estantes.

Notamos que Toronto tiene todos los medios de transporte público imaginables: autobuses, trolebuses, tranvías y subterráneo.

En el centro - o por lo menos en lo que Toronto llama su centro - el nombre de las calles está indicado de manera sumamente práctica, en una caja de plástico iluminada por dentro y con, al lado del nombre de la calle, el número del edificio de la esquina.

Los peatones de la ciudad tienen un privilegio que se podría llamar una dictadura; resulta que - si bien en las esquinas donde hay luces de tránsito tienen que obedecer las luces - en las esquinas donde no hay luces, y en otros cruces de calles con sendas de cruce, ellos pueden cruzar sin fijarse a diestra o siniestra, con sólo apuntar una mano hacia adelante como lo haría en otras ciudades una persona ciega con su bastón, y cruzan sin ocuparse en lo más mínimo de cómo interrumpen sin preaviso el tráfico; y el tráfico tiene que parar.

Volviendo a lo que parece ser su culto del cinematógrafo, Toronto también tiene una sala de cine, la Cinesphere, que tiene una forma geodésica, y adentro, una pantalla curva de nada menos que seis pisos de altura.

En otro orden de cosas, después de haber escuchado otra vez la radio, ahora, en este gran centro canadiense, se nos confirmó otra vez nuestra impresión ya mencionada de que los programas de radio en Canadá son mucho más interesantes que los de Vespuccia; para limitarnos al último ejemplo que escuchamos: ¿cuántas veces se puede escuchar composiciones de uno de los profesores de música de Beethoven y de Schubert?