español english français česky

Una cosa que aprendimos es que estas plantas de cranberries, para que sigan creciendo, hay que ir reforzándolas progresivamente con nuevas capas de arena - cada año, una nueva capa para el año siguiente. La pregunta, naturalmente, se impone cómo es posible - viendo la extensión inaccesible y la densidad casi impenetrable de la arbustería - desparramar arena por entre esas plantas y hacerlo de manera pareja y, se supone, eficaz. Pues, muy fácil es: 1) se espera el invierno; 2) en el invierno, cuando se hiela el agua en estos bajos, se desparrama la arena en la superficie del hielo; y 3) no hay más que esperar que el hielo se derrita en la primavera - naturalmente, la arena se irá al fondo.

También aprendimos que estas bayas tienen ya una característica de todas las plantas árticas, a saber que sus nuevas excrecencias anuales para la temporada siguiente ya aparecen al final de la temporada corriente y no al principio de la nueva temporada.

Ahora sí, hacia el misterioso petroglifo de la Dighton Rock.

La vegetación va refinando su nueva paleta de suavidad: ya no rojos violentos, pero todavía etéreos amarillos y sutiles marrones tipo herrumbre; salpicados del nuevo verde de coníferos; también, con manchas cada vez más grandes de matorrales de color gris que, desde una distancia, dan una impresión de plateado que destaca aún más los demás colores.

Vamos observando cada vez más manchitas violáceas en el parabrisa del vehículo y, fijándose bien, también en la carrocería; la única explicación que le vemos, después de un rato de estudiar la situación, es que los pájaros y los insectos de la zona estarán comiendo demasiadas cranberries.

Carretera fácil.

La Dighton Rock (Roca Dighton).

Cuál es nuestra sorpresa que la roca con su petroglifo no está más al aire libre, como creíamos, sino que está encerrada en un pequeño edificio de mampostería; y cuál es nuestra sorpresa al ver que el edificio está cerrado y que no se puede ver la famosa roca. ¿Qué vamos a hacer? Esperar a ver qué pasa.

Vino a investigarnos un paisano de la zona; de él aprendimos que en cierto lugar, que él nos indicó, posiblemente podríamos encontrar a la persona que tiene la llave del edificio.  Ahí vamos.

Nadie. ¿Qué hacer? Vamos a esperar aquí toda la noche hasta mañana a ver si alguien aparece, porque realmente nos gustaría ver esa roca y sus glifos.

. .
*