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Desde que llegamos a Belém, donde por fin se consigue jugo de naranja, si bien sólo del llamado reconstituido, ya compramos sesenta litros. Es increíble cuánto bebemos.

También, nos estamos tragando una cantidad inordinaria de helados, lo que aquí llaman sorvetes, que no son sorbetes. Naturalmente que no son helados apropiados para la salud porque, entre otras cosas, contienen azúcar, estabilizadores, espesantes, mientras que, en Vespuccia, donde teníamos la elección, nunca hubiésemos tocado semejantes helados porque podíamos conseguir helados sin nada de lo susodicho y sólo con crema y miel; pero, una vez en la vida no nos va a matar.  Las enfermedades vienen con costumbres de toda una vida.

El Brasil es un museo de helados. Según el lugar y según la temporada, se puede conseguir, a más de los sabores habituales, helado de, en orden alfabético, acaí; bacuri, biribá, buruti; cupuaçú; mari-mari, mucajá, murici; pajurá, pariri, patuá, piquiá, pupunha; tucumá; uxu; y hay más. Naturalmente, nosotros probamos solamente algunos. Algunos tienen más sabor a verdura que a fruta; por ejemplo, sabor a avocado o palta o aguacate, como se quiera. Incluso probamos uno, de maíz.

Así las cosas, falta sólo el cambio de aceite; y a arrancar para otros horizontes. Estamos disfrutando de la agradable perspectiva de escapar de este clima donde siempre se anda mojado - si no es por transpiración, es por lluvia - porque vamos a estar bajando de latitud y subiendo en altitud. La otra noche, la ambitura mínima, más propiamente dicho el calor mínimo, alcanzó nuestra marca más alta anterior, registrada, como dicho, en Colombia, con 28 grados centígrados.

Estamos estacionados para la noche; pero, lamentablemente, en vez de nuevos horizontes, tenemos nuevos problemas. Parece que hay lugares, de vez en cuando, de los cuales no hay manera de despegarse.

Cuando fuimos a cambiar el aceite en un lugar laboriosamente elegido en días pasados, con fosa como corresponde y limpieza como corresponde, nos esperaban dos sorpresas.

Karel descubrió, durante su inspección habitual de la parte baja del coche, que el soporte del amortiguador trasero que hubo que soldar en Posadas está otra vez flojo. Seguramente como consecuencia del gran pozo del otro día. ¿Quizás esto es el ruido que, de vez en cuando, escuchamos? Sin embargo, seguimos convencidos de que viene de adelante.

Por otra parte, no pudieron desenroscar el filtro de aceite.  Quisieron sacarlo a martillazos.  No, gracias.

De modo que, mañana, habrá que ver si se puede sacar el filtro con una operación quirúrgica más suave, y habrá que soldar el soporte - tan cerca del tanque de nafta ...