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Así aprendimos que se detectó cinco ocupaciones sucesivas en dicha isla, empezando alrededor del año 1100 a.C.

Ø De éstas, fue la cuarta ocupación la más importante, la llamada marajoara, con inicio alrededor de 400 d.C. y con similitudes con ciertas culturas ecuatorianas y peruanas del lado selvático de los Andes.

No podemos no acordarnos del padre Crespi de Cuenca de Ecuador y de sus ideas de contactos transamazónicos antes de su naufragio en su locura final; ni del padre-arqueólogo de la Universidad Católica de Quito y de sus estudios, de indicios de movimientos de poblaciones desde el bajo Amazonas, empezando en 3000 a.C. hacia el interior amazónico; así como del parentesco de cerámicas en varios sitios amazónicos hasta el propio pie de los Andes.

De esta cuarta ocupación, quedan, y hemos visto, cerámicas, incluyendo urnas funerarias, bastante grandes, bastante decoradas - en forma y en pintura; nada extraordinario pero bastante interesante como para extrañarse de que no sea más conocido.

Ø La quinta ocupación, con principios alrededor de 1350, sólo arrasó con la anterior, sin aportar nada propio, salvo que, siendo ella la ocupación vigente cuando aparecieron los invasores europeos, supo resistir a los Portugueses hasta principios del siglo XIX.

Ø En la isla misma, hay restos de terraplenes y viviendas; desde más o menos 1000 d.C. en adelante; en la orilla este del lago Arari; un tal lugar se llama Pacoval. Dicho así, es fácil imaginarse una romántica escena lacustre; pero para conocer por lo menos un ingrediente de la vida de esas gentes, es menester saber que dicho lago no está en tierra firme sino en el centro de un pantanal del tamaño de casi la mitad de la isla, o sea de Suiza. Entonces, se entiende la importancia de los terraplenes, y se entiende que las investigaciones se las pueda efectuar solamente en época seca porque, en época de lluvias, los restos están bajo agua; y se entiende que quedan sólo vestigios inmunes al agua.

Así es lo que logramos acopiar respecto a los antecedentes de la olvidada, incluso desconocida, isla de M'Bara-yo.

Pero ¿quién quisiera pasar más tiempo de lo justo con lo susodicho cuando le espera lo inesperado? Lo inesperado, en este caso, se llama arqueología de Santarém; de toda la zona alrededor de la hoy ciudad amazónica de Santarém, donde el río Tapajós se vierte en el río Amazonas, a mitad de distancia entre el delta de éste y Manaus.

Vimos, de Santarém, cerámicas tan refinadas y tan elaboradas como nunca se esperaría que habría en esta Amazonia afamada tan exclusivamente y, por lo visto, erróneamente, como un infierno de plantas, insectos y otros animales; donde la única forma de vida humana puede ser sólo al nivel más precario y primitivo.