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Resulta que ayer, o anteayer, fuimos víctimas de una de las traicioneras trampas del pavimento; se puede esquivar centenares, mas se le puede escapar una; y esta trampa victimaria fue - para salvar el honor del chofer - de noche. De todos modos, desde entonces estamos escuchando un ruido de golpe metálico en la parte baja delantera del vehículo - si bien sólo con cierto tipo de irregularidad del terreno - y, finalmente, nos pareció más prudente no viajar así.

Hoy, pues - no es que le gustaba encerrarse en su traje de mecánico con este calor y esta humedad - Karel se metió debajo del coche con martillo de goma en mano a ver qué encontraba. Una revisación, que se volvía tanto más larga cuanto más prolija, no arrojó resultado. Nada en la mecánica, nada en la chapa, que hiciera el menor ruido.

Pero hay cosas que se puede verificar solamente con las ruedas en el aire. Además, cuatro ojos y cuatro oídos valen más que dos. A un taller mecánico, pues. Nada. Todo en orden. Por lo menos, actuando por eliminación, si no se podía encontrar el origen del ruido, por lo menos era posible asegurarse de que todas las partes vitales del vehículo están en condiciones.  Sí, están.

Pero nuestro vehículo tiene que tener el coeficiente de seguridad de un avión. Cuando arrancamos, tenemos que tener la seguridad de que, dentro de lo humano, llegaremos por medios propios al próximo centro grande de respaldo mecánico. De modo que fuimos a otro taller mecánico más para confirmar lo susodicho. Sí, todo en condiciones.

Pero, del día no queda nada. Así que nuestro día de hoy será mañana. Y el ruido - ¿de dónde viene?

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BL Esta mañana, fuimos al museo Goeldi, del cual se rumorea que tiene extrañas vasijas antiguas que podrían ser de origen fenicio - otra vez, este fantasma ubicuo.

El museo está cerrado por remodelación, ampliación, re-estructuración, y será re-abierto recién dentro de quince días por el propio Presidente de la República. Pero la arqueóloga principal a cargo del museo y de su re-estructuración nos trató como de la familia. Pudimos visitar el museo bajo su conducta y con sus comentarios quince días antes de que lo podrá hacer el propio presidente.

Nos interesaba especialmente aprender algo de la arqueología de la isla de Marajó, aquella isla grande, grande más o menos como Suiza, en la desembocadura del río de las Amazonas, mejor dicho entre las desembocaduras de los ríos Amazonas y Tocantins.