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Luego, según instrucciones recibidas el otro día, había que ir a pagar el derecho a un banco.  Fuimos.

Pero, no, no se puede pagar hasta haber llenado los formularios en cuadruplicado. Y ¿cómo vamos a llenar un formulario donde, a más de nombre y dirección y fecha, hay un montón de casillas con siglas cabalísticas?

  Ahí fue que tuvimos otra ilustración de que la experiencia es la patada de la realidad que suple la falta de inteligencia. El otro día, cuando pensábamos que, para conseguir la dichosa prórroga, hace falta ir a cuatro sitios diferentes, pecamos por falta de análisis inteligente de la situación. Hace falta ir no a cuatro sino a cinco lugares. Uno, a migraciones, para enterarse de los requisitos; dos, a comprar los formularios; tres, de vuelta a migraciones, para saber cómo llenarlos; cuatro, al banco; y cinco, de vuelta a migraciones para conseguir el sellito mágico.

  Pues, de vuelta a migraciones fuimos, a llenar los formularios.

Esos formularios llevan impresa, verde sobre blanco, otra muestra de estupidez y de por qué algunos países simplemente no funcionan. Después - después - de llenar debidamente aquellas casillas que corresponden, de las 30 que hay, se llega a un pequeño recuadro que dice - una vez que todo ya está escrito - "Atención, llenar a máquina o con letra de imprenta". En Vespuccia, en Canadá y, queremos a toda fuerza esperar que en algunos otros países, se pondría la advertencia bien claramente al principio del formulario, antes de empezar a llenar. Otro idiota que cobra un sueldo que no merece y que va a contribuir a la conducción democrática de su país con un voto o con una función pública.

  Y al banco.

Y de vuelta a migraciones; y tenemos nuestros sellitos de prórroga. Increíble.

Hay otro requisito en el cual esos señores no pensaron pero que sólo vamos a murmurar en voz baja en el grabador para que no nos escuchen. Tres o cuatro fotografías para cada persona. Ahí está, cinco fotografías, una para cada formulario, y una para el archivo.

Otra muestra de la gentileza brasileña nos fue dada cuando estábamos luchando con la falta de denominación de las calles. Preguntamos a una señora el nombre de la calle donde estábamos. Ella no sabía porque no era del lugar. Entonces, en vez de dar por terminado el asunto, así como ocurriría sin duda en cualquier tal caso habitual, se molestó y caminó unos 20 metros para preguntar a otra persona, y volvió los 20 metros a decirnos. ¿En cuántas otras partes ocurriría esto?  Algunas.  Muy pocas.