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→ Cuando llegamos nosotros, venían unos vehículos en sentido contrario.
→ Esperamos pues, y cuando se desocupó la pista y ya no venía nada en sentido >>contrario, nos metimos nosotros.
→ Cuando ya estábamos a mitad de la distancia a recorrer, apareció en la otra >>punta, y se metió en sentido contrario, de pura viveza o prepotencia, a >>pesar de nuestros faros prendidos, un ómnibus interurbano, y siguió >>avanzando hasta encontrarse cara a cara con nosotros, cuando, ambos, tuvimos >>que detener la marcha.
Nada de gritos, de recriminaciones, de acusaciones o de insultos. Nuestro >>nuevo vecino, porque ni se lo podía llamar adversario o nada por el estilo, >>se quedó tranquilamente sentado a su volante, esperando. Y nosotros nos >>quedamos sentados, esperando.
→ Pasaron varios minutos de plácida espera.
Apareció de alguna parte un amigable componedor sugiriendo que tendríamos >>que retroceder marcha atrás para dar paso al ómnibus.
→ No, señor, no íbamos a retroceder, nosotros habíamos entrado primeros y con >>las luces prendidas, y él tenía que haber esperado en su punta de la pista y >>no haberse metido de prepotencia.  No nos vamos a mover.
→ Más minutos de espera plácida.
→ De la empresa constructora, que era, en realidad, la culpable básica por no >>haber puesto los dos encargados para dirigir el tráfico, nadie a la vista.
→ Y pasaban más minutos; siempre todo tranquilo de un lado y del otro.
Mientras tanto, se había acumulado detrás del ómnibus dos camiones y un >>coche de pasajeros.  Detrás de nosotros no había venido nadie.
→ La espera se hizo larga.
→ Pero nadie de entre los pasajeros del ómnibus, que iba repleto, nadie de los >>vehículos detrás del ómnibus, dijo ni media palabra. Ningún desafío, ningún >>insulto, que sería lo común y habitual en cualquier otra parte del planeta.
→ Finalmente, emprendió su retirada marcha atrás uno de los camiones detrás >>del ómnibus, y luego el coche, y luego el otro camión; y finalmente el >>propio ómnibus empezó su lenta marcha atrás por la pista, angosta, precaria, >>elevada, de donde podía resbalarse unos 40 ó 50 centímetros en profundidad a >>derecha o izquierda con la más mínima falsa maniobra.
Nosotros, de pura caballerosidad, no lo apuramos, no le seguimos paso en >>seguida, nos quedamos donde estábamos, y recién cuando él se retiró de la >>pista, avanzamos.

Nos quedamos muy impresionados por esta demostración colectiva de civilidad y de buena disposición, las que, por otra parte, se hacen patentes todos los días en todas las circunstancias - salvo quizás en grado menor en Baía de Janeiro - buena disposición, con los centenares de veces que vimos pulgares apuntando hacia arriba en gesto de positivismo y con los centenares de veces que escuchamos la formulita Tudo Bem. Incluso, la gente se saluda frecuentemente con un Tudo Bem. Parecería que las cosas andan mejor nada más que por ver tantos pulgares hacia arriba y escuchar tantas veces Tudo Bem, Tudo Bem.