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Finalmente, siendo que esto ahora es, nominalmente, un Parque Nacional, quizás algún día cada visitante recibirá un esquema y una aclaración de qué hay dónde; pero, por ahora, tuvimos que largarnos por cuenta propia y hacer en buena parte nuestros propios descubrimientos - con el interés y el suspenso de la búsqueda.

Con todo ello, ya se hizo bastante tarde, lindo sería pasar otra noche en este silencio, pero vamos a tratar de recorrer cuántos kilómetros todavía se pueda hoy. No podemos olvidar las lluvias que nos podrían cortar el camino en la Amazonia.

Vamos a pernoctar de manera muy excepcional en territorio brasileño: pegados contra la iglesia en la plaza central de un pueblito, el pueblito de Altos.

En círculo alrededor de la plaza, hay también la biblioteca municipal, un salón de reuniones municipal, un banco, una estación de servicio y una hilera de negocios; ah, sí, y media docena de cebúes deambulando al tintineo de una campanita, del pescuezo.

Mirando los lugareños pasear por la plaza, dejar sus bicicletas en cualquier sitio y alejarse para ir a charlar con fulano o mengano, no podemos sino sentir que aquí no hay malandrines y que todo Brasil no puede ser tan peligroso como se cuenta.

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Esta mañana, nos despertamos con una mínima de 27 grados; no es extraño que el ventilador tuvo que andar toda la noche, para que no nadásemos en nuestra propia transpiración; pero no nos podemos quejar porque ni siquiera alcanzamos nuestra maximarca de calor mínimo nocturno que, salvo error u omisión, fue de 28 grados, allá en el norte de Colombia - con la diferencia, sin embargo, y grande, de que, allá, fue un pico relativamente aislado mientras que, aquí, estamos sumergidos en altas ambituras día tras noche y noche tras día.

Estamos en la ciudad de Teresina.

Para el largo trecho que nos espera hacia la ciudad de Belém, queríamos cambiar aceite y rellenar la pulpería, pero, pero.

Las instalaciones para cambio de aceite que vimos nadaban en tan increíble charco de agua y aceite que desistimos de nuestras intenciones, porque, si iban a hacer el trabajo de la misma manera que mantienen sus predios, cualquier desastre podría ocurrir.  Preferimos, por ahora, ir agregando aceite.

Ya en Fortaleza hubiésemos cambiado el aceite; pero, allá, en una estación de servicio, el idiota que la diseñó, colocó la rampa para cambio de aceite pegadita contra el lugar de lavado de vehículos, de manera que no se podía >>>>>>>>