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Esta mañana, reapareció la preponderancia de los Negros.

Pasamos del estado de Alagoas al estado de Pernambuco.

Ultimamente, estamos cambiando de estado con frecuencia. Es que, si bien estamos en la franja territorial de las trece colonias portuguesas iniciales, nuestros estados más recientes, Sergipe y Alagoas, no tienen antecedentes en esas trece colonias originales sino que sus territorios fueron recortados en desmedro y perjuicio de sus dos vecinos, Pernambuco y Bahia, en adición a las trece colonias originales.

De todos modos, por esta fragmentación a lo largo de la costa, es posible, así como en Vespuccia y en la Argentina, seguir en el Brasil el desarrollo de la invasión blanca aunque no se sepa historia, por el cambio en la forma y en el tamaño de los estados, desde humanamente retorcidos y pequeños al principio hasta administrativamente rectilíneos y grandes hacia el final.

Recién vimos una tropa de búfalos.

Los camiones brasileños y mexicanos hablan el mismo idioma, pero al revés. En México, los camiones que se arrastran a paso de caracol por una pendiente sinuosa tienen la elegancia de indicar al infeliz cautivo detrás, en la humareda asfixiante, cuando nadie viene en sentido contrario, o sea que el paso para adelantarse es libre, encendiendo su luz direccional izquierda. Aquí, en el Brasil, en la misma situación y con el mismo propósito, el camión caracol prende la luz direccional izquierda para indicar que no se puede adelantar, que hay tráfico viniendo en sentido contrario, y prende la luz direccional derecha para indicar que el paso es libre. ¿Cuál sistema es mejor? De todos modos, ambos, una caricia en el alma, por lo práctico, y especialmente por lo cortés.

Hablando de humaredas de escape de camiones, nos estamos arruinando los pulmones en las carreteras brasileñas más que en una ciudad - salvo São Paulo, se entiende. Ya algunas veces, Božka se sintió mareada y empezó a vomitar bilis sin razón aparente, así como le había pasado en São Paulo; caso de intoxicación, de envenenamiento, no más.

Después de la temperie oportunamente medio soleada para nuestra tardecita en Maceió, y nuestra tarde en Japaratingo, otra vez llueve, o llovizna, o está por llover.

Estamos en Recife.

Unos 120 kilómetros antes de la ciudad, en pleno descampado, una forma humana al borde de la ruta nos pidió por señal que parasemos, como ocurre de vez en cuando, seguramente para pedir ser llevada, y como ocurre cada vez, para nosotros sólo fue un bulto antropomorfo borroso; pero, esta vez, ya dejado el bulto atrás, en una reacción a posteriori como ocurre en películas cómicas, dimos rápidamente vuelta la cabeza, frenando todo a la vez.  Habíamos >>>>>>>>>>>>>>>>