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América. En cuanto a la maravilla, nosotros vimos mucha ostentación, más aún pesadez, poco arte y ninguna originalidad. Parece ser un ejercicio en ornamentación, donde se amontonó tanto como se pudo, para obtener más práctica con un espacio limitado. En cuanto a que no tiene igual en América, pues, tanto mejor.

También hay un museo de arte religioso. Dentro del estilo habitual, es bastante substancial; pero, para variar un poco, preferimos a este academismo la expresividad de las estatuas de piedra o de madera del leproso Aleijadinho.

+ La Catedral, por dentro, es algo diferente de lo habitual, por las grandes altura, y anchura, de la bóveda, creando una espaciosidad gótica sin gótico; también, por el estilo de decoración de dicha bóveda, basada en proyecciones sobresalientes e incluyendo un gran Sol horizontal con el sello de la orden jesuita.

Gran acústica; y sin embargo, ahí están los aterradores batallones de altoparlantes listos para el asalto. Pero si las mujeres pueden llevar minifaldas en invierno y ponerse botas en verano, contra toda lógica pero por mandado de la moda, por qué no podría Dios, o por lo menos sus representantes legales, someterse a la moda de los altoparlantes aun en circunstancias cuando son puro desatino.

No mirar el cielorraso inmediatamente en la entrada: es para desilusionarse de influencias asiáticas; más parece arte popular, por ejemplo como en las carretillas folklóricas de Costa Rica. Está bien que fue pintado sólo por un Francés que había vivido en Macao.

+ La iglesia de São Francisco (con monasterio - ojo, hay otra, sin monasterio) ofrece, si se quiere, otra vez el mismo estilo cargado, recargado y sobrecargado de volutas, espirales y oro, pero, esta vez, con cierto efecto más de grandeza que de pesadez.



Sí, ¡qué recargada!

Sobre el altar mayor, otro crucificado despreocupado, con un brazo colgando suelto, en abrazo con un San Francisco, igualito a lo visto en Ouro Preto.

Lo diferente en este templo - y, por lo tanto, más interesante que todo lo demás - se encuentra en el segundo altar lateral a la derecha. A primera vista, se ve sólo otro santo - en éxtasis o agonía, no se sabe; pero, observando más y mejor, se percibe que la cara del santo refleja toda una historia en tres etapas. Resulta que San Pedro de Alcántara tenía tuberculosis; mirando la cara, desde la izquierda, se ve imploración; desde el frente, resignación; y desde la derecha, agonía; incluso, las manos, vistas desde la derecha, ya son semi-esqueléticas.