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Esta mañana, desde el primer kilómetro, la topografía parece querer apaciguarse y ensancharse, de manera que la carretera tiene declives y aclives menos pronunciados, menos curvas, y hasta pudo encontrarse unos trechos llanos por entre las sierras.

La vegetación es muy magra - con parches de arbustos raquíticos, grandes extensiones peladas, apenas, de vez en cuando, unos eucaliptos, unas matas de bambúes, y dos tipos de árboles muy curiosos por no tener ninguna hoja, pero sí una exuberancia de flores de color, en un tipo, rojo vibrante, y en el otro tipo, amarillo luminoso. En total, un ambiente muy árido, en completo desacuerdo con la lujuriante imagen estereotipada de la vegetación de la zona tórrida, donde nos encontramos desde que cruzamos la línea tropal del Sagitario, entre Santos y Baía de Janeiro.

Incluso, la ambitura dejó de ser baritropical y es bastante fresquita. Hasta ahora, el único lugar en el Brasil que fue caluroso (23/25 grados centígrados mínima) fue Baía de Janeiro, que parece ser, en Brasil, lo que Asunción es en el Paraguay.

Desde que estamos en este país, ya vimos bastante camiones del tipo tractor-con-acoplado volcados sobre sus costados como para no darle importancia, pero recién vimos algo más que lo habitual: dos tractores-con-acoplado, volcados a 15 metros uno del otro, uno de cada lado de la carretera, resultado no de una carambola de tráfico sino de dos vuelcos independientes; uno de ellos, incluso, tenía la cabina totalmente invertida y aplastada.

Mientras tanto, la velocidad máxima permitida en el Brasil es de 80 kilómetros por hora; es que los motoristas brasileños sufren de analfabetismo selectivo.

En la zona de Itaobim, van surgiendo, de las reducidas sierras que, ahora, son habituales, morros de roca pelada casi vertical, tipo Baía de Janeiro.

Carretera bloqueada por otro vuelco de camión con acoplado; 16 ruedas fuera del suelo, algunas hacia arriba, algunas hacia un costado; la cabina, totalmente aplastada.

Ultimo descubrimiento: la impresión de confiabilidad de la cadena de los vastos puestos de servicio puede ser engañadora; no todos tales caravanserrallos tienen alconafta. Recién, tuvimos que llegar a un tercer tal puesto de servicio para conseguir alconafta; y no compramos todo lo que podíamos haber comprado porque el surtidor no tenía filtro del combustible.

Ahora, cuando paramos en otro recinto de servicio, el surtidor tenía filtro, pero el filtro no funcionaba.

Vamos a pernoctar al amparo de un puesto de control obligatorio de todos los camiones, a pasos ya del deslinde entre el estado de Minas Gerais y el estado de Bahia.