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Esta mañana, a detallar lo entrevisto anoche.

Al penetrar en la iglesia de Bom Jesus, el primer impacto es auditivo y difícil de creer. Se busca cualquier explicación salvo la correcta porque la correcta parece evidentemente imposible: voces como de pajaritos, de ninguna parte y de todas las partes. Y, sí, son docenas de voces de docenas de pajaritos voleteando por el templo, de estatua en estatua, alrededor del crucifijo, por donde se les da la gana, sentándose en el crucifijo mismo. Por lo menos, parecen guardar un cierto decoro religioso, por combinar el color negro de sus alas y el blanco de su pecho a la manera de ciertos hábitos religiosos.

Luego, la segunda impresión en la iglesia de Bom Jesus es del conjunto arquitectónico y decorativo del templo - con esculturas, pinturas en cuadros, pinturas en el cielorraso, de un estilo bastante rebuscado; pero logrando una agradable armonía general.

Es una iglesia donde un vistazo general no basta. Uno sigue mirando y mirando. No hay nada muy extraordinario pero tampoco nada académico.

Si se sigue mirando, uno se percata de la incongrua y algo inquietante presencia de criaturas, más paganas que otra cosa: dos grandes dragones negros allá arriba, cerca de la bóveda. Pensándolo bien, no hay intenciones subversivas en dichos bichos. Son solamente el resultado de que los Portugueses, mucho tiempo antes de andar por aquí, habían ya andado por Asia, y simplemente sirvieron de vector para traer de Asia a esta parte de América influencias asiáticas.

En la explanada, las estatuas, en piedra jabón, son de los doce profetas, en tamaño natural.

En los seis pequeños cubículos de almacenamiento que aquí insisten en llamar capillas, espaciados/espaciadas en varios puntos de un fuerte declive frente a la explanada, hay 66 estatuas, en cedro, también en tamaño natural, en representación de varias escenas de la Viacrucis; lamentablemente, no agrupadas de manera armoniosa como seguramente se las imaginaba el escultor, sino dejadas de modo burdo y provisional en estos cubículos que no se prestan para mejor.

Esos depósitos quizás eran realmente capillas, antes, porque antiguamente tenían sus paredes decoradas con murales, hasta que, una vez, vino un curador altamente estúpido que mandó arruinar los murales con una capa de vulgar pintura al agua uniforme.  Uno realmente se pregunta qué tiene cierta gente en >>>>>>>>