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aquella pieza era única en Asunción y es única en el Paraguay, una pieza, según nos comentaron todos los vendedores de ñandutí en Itauguá, "de los tiempos de antes", como hoy ya no se hace, una pieza como sólo en un museo se puede ver, mencionándonos el museo de la Casa Parroquial.

Allí fuimos. Efectivamente, hay unas piezas hermosísimas, incomprensiblemente no muy bien expuestas. El ñandutí, por una parte, como podría ser y alguna vez fue, y por otra parte, como se lo encaja a los turistas, nos parece el símbolo de muchas cosas en esta vida, que existían y podrían existir en su substancia verdadera, pero que se hacen tragar a las masas de gente en formas tan mediocrizadas que ya no tienen relación con lo que podrían ser.

En dicho Museo Parroquial, también vimos dos interesantes arpas de fabricación rural, utilizando una especie de calabaza alargada como caja de resonancia.

No encontramos pues acá lo que buscábamos, pero sí adquirimos una muy mayor apreciación de la pieza con la cual tuvimos la suerte y el privilegio de tropezar en Asunción; y, por otra parte, vimos lo que no pensábamos ver: la manera de fabricar el ñandutí.

En nuestra inocencia en tales materias, nos preguntábamos cómo se puede armar semejantes telarañas - porque telarañas son, aun en las piezas más burdas - entre los dedos, o aun en un bastidor. Y cual fue nuestra sorpresa y nuestra vergüenza, cuando vimos que el tal ñandutí no es, ni más ni menos en esencia, que un bordado que se hace sobre una tela tendida sobre un bastidor, al cual bordado se le quita luego la tela de soporte, dejando la telaraña lucirse en el aire.

Incluso, tuvimos la suerte de encontrar un trabajo de ñandutí a medio hacer, y se lo sacamos de la mano de la ñandutíera, ilustrando las varias etapas de su confección.

Ah, sí, a la salida de Asunción, en el puesto de la policía caminera, los dos oficiales nos buscaron tantos pelos en la sopa, donde no los había, que nos pareció evidente que, más que oficiales, eran dos pulpos en busca de una presa. Así que, al final, Karel les dijo - sin relación lógica con lo que se estaba hablando, hay que reconocer - que tenemos un salvoconducto del Ministerio de Defensa para ir al cerro Guazú. En un santiamén, todo estuvo en orden, y nosotros viajando. Así que, si bien no pensamos ir al cerro Guazú - aunque todavía tenemos la posibilidad, porque estamos viajando en la misma dirección que habría que tomar de todos modos - el papel mágico ya surtió un efecto.

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