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  Una diferencia entre la Radio Nacional de Uruguay y la Radio Nacional de Argentina nos hizo palpar la diferencia entre utilidad y pedantismo.

  La Radio Nacional de Uruguay, al anunciar una composición, también anuncia la duración, en minutos, lo que nos pareció, cuando lo escuchamos por primera vez como novedad que nunca habíamos escuchado en otros lugares, muy práctico para que el oyente, según sus gustos, sepa cuánto tiempo puede ir a hacer otras cosas o, al contrario, cuánto tiempo tendrá que asegurarse para deleitarse con su pieza preferida. Pero en la Radio Nacional de Argentina, anuncian la duración en minutos y segundos. Y nos preguntamos qué interés tienen los segundos a no ser para el programador; nos parece simplemente una ostentación de pedantismo.

  Hablando de radiodifusión, he aquí una adivinanza ilustrando una estupidez que uno se pregunta de dónde pudo salir jamás, y cómo la gente repite fórmulas, sin pensar en su significado y, por lo tanto, sin darse cuenta de la estupidez. Y así se va asentando una cultura, que tendría que ser inteligente, del pueblo. Aquí va. Cuando prendemos la radio, frecuentemente escuchamos el pronóstico del tiempo "para lo que resta de la jornada". Pregunta: ¿A qué hora, o en qué momento del día, prendemos frecuentemente la radio? Pues, no. No es a las 18, ni siquiera a las 14 ó al mediodía. ¡Es a las 8 ó las 7 de la manaña! Bastante incomprensible, ya que la jornada recién empieza.

Así son nuestras impresiones de Buenos Aires en esta primera semana. Sorprendentemente deprimentes, salvo por la pequeña chispita de los programas hablados en la radio.

º Ah, sí. También vimos bastante librerías, curiosamente intercaladas entre pizzerías, de manera que, casi en la misma operación, se puede comprar una pizza y un libro, y vivir feliz, de paladar si no de salud, y de cabeza.

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[NY] Sí, ayer, sábado 15 de febrero, volamos a Nueva York.  Un vuelo nocturno >>>>> de diez horas sin escalas nos dejó, aquí, esta madrugada.  Tendríamos que regresar en una quincena.

Qué sensación de vulnerabilidad, encontrarse aislados en la inmensidad del aeropuerto, del cual no se puede salir por medios propios; y sin tener el coche como refugio, dormitorio, cocina, escritorio, en cualquier momento para cualquier eventualidad; si bien hay que reconocer que, en caso de necesidad, tendríamos a nuestra disposición un baño público con toda seguridad limpio, provisto de papel, de jabón, de agua, y de toalla; y podríamos llamar, todo alrededor de la Tierra, desde cualquiera de docenas de teléfonos públicos.