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y el vientre, con decoraciones totalmente diferentes. Admirable; si bien con la pregunta de quién tuvo semejantes ideas y por qué.

Cuántos pensamientos profundos en la espalda de una araña.

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Esta mañana, antes de partir, quisimos ver si encontraríamos otras de las arañas pintadas como caras de monstruos de carnaval. Sí, las había, y bastante. Pero nos sorprendió observar que, en contraste con la araña y su telaraña de ayer, que estaban más o menos verticales, todas las telarañas de hoy las vimos ligeramente oblicuas, y con la araña instalada en la faz inferior de su tela, de manera que nos fue muy difícil observarlas.

Nos preguntábamos por qué, y también observábamos, sin entender la razón, que ciertas telarañas frescas y en perfecto estado estaban sin dueña. Hasta que, por fin, nos dimos cuenta de la razón de este último fenómeno.

Resulta que, en presencia de un gran peligro como ser nosotros, algunas arañas disparan hacia la punta de uno de los hilos maestros sosteniendo la telaraña, y otras se dejan caer verticalmente desde el centro de su telaraña a la velocidad de la gravedad apenas frenada por un hilo que secretan al instante, y ahí se quedan, inmóviles, y encogidas, pareciendo una basura en el pasto.

Con todo, pudimos notar que, si bien todas las arañas de este tipo tienen un dibujo análogo, no siempre lo tienen pintado con la misma combinación de colores.

Ya se sabe qué maravilla son las telarañas, pero, cuando se ve una, suspendida de un hilo maestro, de no menos de tres metros de largo, y tendido, no verticalmente sino oblicuamente, uno se queda asombrado de cómo pudo lograr el bicho semejante cosa.  Y seguramente que lo hizo con toda ligereza.

Apenas en camino, estamos viendo otra vez, como parte importante del panorama, el girasol. Nos detuvimos para mirar estas flores de cerca. No por ser comunes - por lo menos por aquí - no por ser una cosecha comercial y por ser una materia prima industrial, dejan de ser asombrosas y hermosas. Seguramente, los incas y sus Tahuantinsuyenses no conocieron el girasol, con toda seguridad lo hubiesen considerado la incorporación - "encarnación" no sería una palabra adecuada - venida a esta Tierra, del Sol, lugarteniente de su dios máximo.

Un topónimo como Trenque Lauquen o aquellos de ayer, Carhué y otros, nos rememoran los antiguos dueños de estas tierras, hoy genocidados.