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De esta situación, nos va a quedar un respetuoso conocimiento de lo que es realmente la nieve.

• Para llegar a los pequeños pinos que quería cortar para los marcadores, Karel tuvo que cruzar la hondura entre la carretera y el bosque; la profundidad de la nieve era tal que, en el mejor de los casos, era muy difícil moverse; se hundía hasta la cintura; y hubo un momento cuando ya no pudo ni moverse; en ese momento, se le cruzaron dos pensamientos: uno, pasar de la posición vertical a la posición horizontal, y salir del aprieto nadando para repartir el peso del cuerpo sobre más extensión de nieve, y el otro, usar su pito y llamar a Božka para que le ayude; optó por la primera solución, pasar de vertical a horizontal; no fue fácil; pero salió. 

En otra oportunidad, posterior, Božka tuvo que alcanzarle una rama para ayudarle a salir de otro aprieto similar.

Ya no es, para nosotros, la nieve un juguete para chicos y grandes o, en el peor de los casos, un estorbo, sino una fuerza de la naturaleza.

De todos modos, aquí estamos, impotentes; el coche, inclinado a 35 grados; el motor, totalmente lleno y envuelto de nieve; con dos puertas que no se puede abrir, una de las cuales está mal cerrada y no se la puede cerrar mejor ya que no se la puede mover; con dos puertas que sí se puede abrir pero que tenemos miedo que, por la mañana, no las podamos abrir si las llega a cubrir nieve corrida por el viento, lo que podría muy bien pasar en la hondura donde estamos y con el viento que hay.

Mientras Karel estaba mejorando los marcadores en la carretera, Božka arregló, dentro de lo posible con los 35 grados de inclinación, el desbarajuste dentro del vehículo, y se arregló para enderezar la estufa de querosén a la horizontal.

Ahora, con la perspectiva de pasar así - en este declive, en esta soledad, en este frío, que debe de andar en los 30 grados bajo cero fuera del vehículo y se infiltra por la puerta mal cerrada - en estas circunstancias, una noche, un día, otra noche, y una parte indeterminada de otro día, lo mejor es acostarnos como podamos con esta inclinación para no perder calor del cuerpo, y guardar y recuperar fuerzas para mañana.  Basta.

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Tarde del segundo día después de lo anterior.

Aquella noche, ni siquiera habíamos podido empezar a acomodarnos, que, de repente, sentimos dos o tres sorpresivos y suaves golpecitos en la carrocería del vehículo. No podía ser obra de la casualidad. Rápidamente abrimos la puerta y, desde nuestra posición más que inconfortable - y, llegado el caso, >>>>>>>>