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Recién, de curiosidad, medimos qué velocidad tiene ese viento. El anemómetro no bajó un instante de 60 kilómetros por hora, y se quedó oscilando entre 60 y 80 kilómetros por hora; como para dedicarse a la amable afición de tomar fotografías con cierta precisión, de nudos de madera mineralizados, y cosas semejantes.

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Esta mañana, aun antes de abrir los ojos, sólo por oído, sobrecogedora sorpresa de un mundo irreal, de un mundo inaudito desde Chile, y perfectamente inaudible: el increíble vacío de un silencio total; y, al abrir la puerta, ni el menor movimiento de aire, como si aire no existiera.

Podemos escuchar otra vez los mil y un diminutos ruidos de la actividad cotidiana, el tomar una servilleta en la mano, el pasarse la mano por el cabello, el rozar algo con el dedo, el poner una taza sobre la mesa que, incidentalmente, en nuestro caso, es la heladera, la mosca golpeándose contra el cristal. Una riqueza de pequeños ruiditos que sólo un técnico o un literato podría denominar correctamente. Qué variedad de sonidos que acompañan necesariamente este mundo cuando no los tapa el aullido del viento - o, peor, el infernal arsenal de asaltos acústicos frutos de la inventiva humana, por rapacidad, sufra quien fuere.

Y ahora, a las fotografías matutinas a duplicar.

Ya está. Hicimos lo que pudimos. Sin problema de viento. Sólo una agradable brisa despertada por el correr de las horas. Pero la iluminación no fue mucho mejor que sin Sol porque estaba filtrada por una leve capa blanquecina que, si bien dejaba pasar la luminosidad, la dejaba pasar muy difusa, con la consecuencia de dejar todo iluminado pero sin el menor contraste.

Por lo menos, tuvimos así la distracción de ver un gran halo alrededor del Sol, con una leve tendencia a mostrar los colores del arco iris, un arco iris en la totalidad de su circunferencia, y prácticamente horizontal en el cielo.

Además, por aquella calma inhabitual, pudiendo dedicar nuestras fuerzas a otra cosa que luchar contra el viento, descubrimos otros casos de interés en la conservación de la textura original de la madera en estos yacimientos; como, por ejemplo, un corte - o más bien una quebradura - de tronco con todos los círculos anuales tan nítidos como si el tronco hubiese sido cortado ayer.

Estamos agradecidos de que recién ahora el viento va cobrando fuerza otra vez.

Queda la duda de cómo se podrá abrir la cámara trabada sin romperla. Esperemos que algún técnico sabrá.