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Ya es medianoche.

Recién prendimos la radio, a ver qué hay en las ondas hertzianas a estas horas. Sorpresa de sorpresas. ¡Música folklórica argentina ininterrumpida viniendo de Río Gallegos! Quizás porque, a estas horas, todas las orejas delicadas ya duermen y es lícito el atrevimiento de propalar semejante material. Pero, fuera de amargo chiste, qué suave, qué humana, qué tranquilizadora es esta música en contraste con la desesperación expresada por ciertos sonidos que hoy inundan la humanidad, quizás porque la reflejan.

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Hoy, nos corrimos unos pocos kilómetros a un lugar más apropiado, y estamos pasando el día aquí - siendo hoy sábado y mañana domingo, nada ganaríamos llegando a la ciudad de Río Gallegos antes del lunes.

Tareas varias, como siempre.

En la radio, naturalmente, música clásica no hay; pero la emisora de ayer sigue difundiendo bastante música folklórica argentina; y otra emisora estaba dando tangos, incluso algo que llamaron tango en tiempo de bolero.

Hay viento, naturalmente, aquí, pero no perdemos nada por no estar en Río Gallegos. Allá, según informa la radio, tienen vientos de casi 60 kilómetros por hora.

Lamentablemente, también descubrimos que, en Río Gallegos, no son menos analfabetos e ilógicos que en otras partes, porque el locutor mencionó "un" grupo excepcional que "ganaron" un premio. Pero qué distinguida, por gringa, suena esta aberración.

Tomamos consciencia, en estas últimas horas del día, del porqué de una sensación subconsciente de casi inquietud por algo inhabitual que nos envolvía: no hay viento, ni el más mínimo. De inquietud inconsciente, pasamos a quietud consciente.

Anochecer tranquilo. Parece que toda la naturaleza se está regocijando. Nubes anaranjado luminoso hacia el poniente - que, ya se sabe, no es el oeste, por aquí, en esta época del año. Nubes rosa oscuro, morado profundo y transiciones indescriptibles por un lego, en el lado opuesto del horizonte, en lo que no es, consecuentemente, ni el levante ni el este.

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