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menos, y felizmente, lejos de todo el paganismo cristiano de la ocasión.

No se nos dio mucha elección: tuvimos que aceptar el primer receso al lado de este camino que, por otra parte, no permite alejarse de él hacia un costado; y esta explanada es simplemente parte de la estepa fueguina, aquí, totalmente llana.

El viento oscila entre 45 y 70 kilómetros por hora, quedándose largos ratos entre 60 y 70.

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Esta mañana, recibimos un hermoso regalo de Navidad.

Mientras nos estábamos preparando, dentro del coche y con las puertas y ventanillas cerradas por lo tempestuoso del viento, pasó por el camino un paisano manejando un tractor. Paró el tractor, bajó, caminó los cincuenta metros hasta nosotros. Era un hombre de mucha edad ya, con el rostro marcado por las intemperies y los años, y un ojo vidrioso que seguramente era ciego. Y nos preguntó si teníamos algún problema, si necesitábamos algo, sin que nada indicase que pudiéramos tener dificultades.

Nos emocionó su gesto como el mejor regalo de Navidad que se podría desear, porque el hombre no vino a ofrecer su ayuda porque es Navidad, no vino a practicar el espíritu de Navidad porque es Navidad, sino que vino y se ofreció porque es un hombre bueno, y con toda seguridad practica su espíritu de Navidad y su bondad los 365 días del año, no solamente un solo día al año.

Nos dejó tan conmovidos que recién a los dos o tres minutos que él se había ido nos surgió la idea de que, tal vez, podríamos hacer por él lo que él había hecho para nosotros: darle un poco de alegría.  Arrancamos volando para alcanzarlo. En camino, se nos cayeron del techo algunas comidas que habíamos dejado allí - como solemos dejarlas cuando estacionamos para la noche, a manera de heladera sin desgaste de compresión ni de electricidad - pero no importaba. Lo alcanzamos, le agradecimos nuevamente, y le hicimos un pequeño regalo, sin valor en verdad, pero por la intención; y, sin duda, el hombre supo apreciar nuestra intención.

Regresando a nuestro dormitorio en la estepa, recogimos, en camino, la comida caída.

Estamos viajando hacia la frontera.

El camino sigue tan malo como desde Porvenir. La topografía sigue como desde la Patagonia argentina, con alternaciones de llanos y ondulaciones suaves, si bien, a veces, algo altas. La alfombra esteparia sigue más verdeante que más al norte.